Es cada vez más difícil discernir la política de desarrollo e inversiones del Gobierno de Alianza País. Por un lado tenemos los ecuatorianos noticias alentadores sobre este tema, cuando vemos que el presidente Correa y su equipo de Producción visitan países como Japón y Corea del Sur, promoviendo la inversión industrial de esos países en el nuestro. Ese es un mensaje positivo que nos lleva, por un momento, a pensar que “el mercado es una realidad y hay que trabajar con ella”, citando las palabras del presidente Correa en uno de sus discursos pronunciados en estos países. Esa dosis de realidad sobre el capitalismo hace bien al país, aunque todos sabemos que no siempre conlleva tiempo y paciencia para ver esas inversiones convertidas en puestos de trabajo con valor agregado y valor social para el largo plazo. Hacerlas realidad puede costar meses y hasta años. Muchos de estos inversionistas, cualquiera que sea el país de origen, revisan una y otra vez los indicadores del país, pero sobre todo revisan el entorno legal para la inversión. En otras palabras, hacer visitas tan importantes como estas, pero a día seguido decapitar y no buscar escenarios distintos a los tratados de inversión generan sólo dos reacciones: a) este país no es confiable, o b) invertiremos, pero a costos más altos. Al final viene inversión, pero de menor calidad y confiabilidad.
Sería muy fácil encontrar en la teoría económica o política, la solución mágica para todos los males. La economía política nos enseña que los países hoy desarrollados nunca firmaron estos famosos tratados bilaterales de inversión y por tanto deben evitarse. Si eso fuera así, automáticamente y por sindéresis el Presidente de la República tendría que haber denunciado de un plumazo los tratados bilaterales de inversión que mantenía el Ecuador con 13 países amigos, incluso antes de aprobarse la nueva Constitución. Pero no lo hizo. En parte, muchos creíamos que el Presidente iba a pensar el tema detenidamente y hacerlo en forma menos dramática. También pensábamos que la Asamblea Nacional podría tomar otra decisión con alternativas latinoamericanas de arbitraje. Finalmente pasó igual que con la Ley de Educación. La orden de Carondelet se siguió al pie de la letra. Ni siquiera se consideraron a los países que ofrecieron su apoyo al ITT como Alemania o el Reino Unido y que podrían echarse para atrás en caso de ser que sus tratados fueran denunciados. Tampoco se consideró el caso de China, con la cual estamos negociando proyectos importantes que, en caso de incumplimiento, no tendríamos a quién recurrir. El hecho es que la atropellada forma en que hacemos las cosas tiene consecuencias en el largo plazo para el Ecuador y con cada atropellada decisión, el sueño de un país industrializado y con altos niveles de empleo se aleja cada vez más’ contrario a lo que podría creer Carondelet.