Tanto en la comunicación del 9 de abril del 2012, cuestionando los exhortos que el presidente de la Asamblea, Fernando Cordero, ha enviado a la Presidencia, como en la sabatina del 21 de abril del 2012, en relación al veto total a la Ley Orgánica de la Función Legislativa, el presidente Rafael Correa ha tenido severas frases de desprecio contra las actuaciones de la Asamblea, cuya mayoría hasta ahora le ha venido siendo funcional a todas sus instrucciones.
La comunicación de 9 de abril del 2012 del presidente Correa al Arq. Cordero, a la vez de ser expresión totalitaria del poder, en cuanto a pretender silenciar hasta “exhortos”–rogativas y nada más que eso- de la Asamblea, que en expresión vulgar venía siendo como su mínimo ejercicio del “derecho al pataleo”, fue la oportunidad de Correa de expresar su desprecio a quienes se aprovechan de ilícitos beneficios multiplicando “asesores” y viajes al exterior, cuyas cuantías reales hasta podrían parecer insignificantes frente a lo que se juega y margina en negocios del Estado.
“Vergüenza ajena terrible” sentencia Correa.
Pero, los beneficiarios de lo que acusa el Presidente, son “los propios”, no son sus opositores.
La respuesta de Cordero –que la envió el 17 de abril- no debió ser difusa, forma que él prefirió para evitar desagradar al presidente Correa, sino demostrativa de su equivocación, con desglose de los gastos de personal, de pasajes y viáticos.
¿Le interesa al Presidente que, lo que él expresa que le avergüenza, se investigue? Debo suponer que sí, para que sus palabras no sean sólo expresión de su desprecio.
Y el 21 de abril, Correa se refirió a su veto total a la Ley Orgánica de la Función Legislativa, calificando a tal Ley de mamotreto. Lo incisivo fue su comentario de que el Arq. Cordero estuvo de acuerdo con él, pero que le pedía que el veto no sea total sino parcial, salvando sólo dos normas, una sobre la escolta legislativa; y, otra, sobre el procedimiento para consultas previas.
¿Será verdad lo que Correa le imputa a Cordero? De no ser verdad, de ninguna manera lo aclarará Cordero, porque más importante será que el Presidente no lo excluya de considerarlo para candidatura o función pública, cuando vaya a concluir su período.
La impresión desde fuera es que las palabras presidenciales son para que el descrédito de la Asamblea lleve a los “propios” y a los “agregados” a una mayor obsecuencia de la voluntad presidencial, a fin de que el gobernante no les anule la posibilidad de promoción o reelección. Y la autoestima, ¿perdida? o ¿herida?
¿Del desprecio se pasará a la recompensa? Difícil saberlo. A la hora de las próximas candidaturas y del reciclaje estará la respuesta.
Vendrán todas las leyes que quiera el Presidente y cero de fiscalización que desagrade al gobernante. Estamos en año de candidaturas.