Aunque para el Gobierno colombiano es tentador elevar la despenalización de las drogas como punto central en la agenda de la próxima Cumbre de las Américas en Cartagena, en tanto es un tema polémico que atrae a los medios y al gran público, el asunto entraña riesgos que el presidente Santos debe sopesar. Y no son de menor calado.
En primer lugar, el presidente Santos pudiera arriesgar a convertirse en el vocero de una propuesta de legalización que no tiene de entrada ningún futuro. Segundo, se aventura a sobrecargar la agenda bilateral con el presidente Obama, quien no tiene margen de maniobra para encaminarse en un viraje de tal naturaleza y respecto de un tema que no está en discusión de la opinión pública estadounidense. Allí pudiera afectarse las posibilidades de avanzar en los temas que realmente tienen futuro en la agenda bilateral y regional como el comercio, seguridad, integración y medio ambiente.
En tercer lugar, pudiera terminar fungiendo como portavoz de un grupo de países con crónicos problemas institucionales y de gobernabilidad, que si lo que quieren, como lo planteó el presidente de Guatemala Otto Pérez Molina, es más apoyo financiero de EE.UU. en su lucha contra el narcotráfico y las bandas armadas, deberían hacer esa labor directamente con la Casa Blanca . O de Bolivia, que ya fue derrotada en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas en su propósito de introducir un cambio en la Convención Única de Estupefacientes de 1961 para permitir la práctica tradicional de mascar coca.
El mero planteamiento de la legalización de las drogas envía el erróneo mensaje de que la frontera entre la legalidad y la ilegalidad es cada vez más borrosa y que los narcotraficantes no están lejos de ser los empresarios del futuro. A la opinión pública también se le envía una falsa ilusión de que si cambia la voluntad de Estados Unidos entonces la solución al problema de las drogas y al carburante de la violencia está a la vuelta de la esquina.
En gracia de la discusión o de la mera lógica, el debate sobre la legalización de la drogas es conveniente, pero en un escenario como el de las Naciones Unidas o uno más técnico, como el de alguno de sus consejos. En la Cumbre de las Américas el tema puede ser presa de la demagogia de algunos mandatarios de la región y desviar la atención de asuntos viables e importantes.
La aceptación de Estados Unidos de discutir la legalización debe ser entendida como una concesión formal y no constituye un giro en su estrategia, como algunos ya han calificado. Contrario al sentido de frustración de algunos países latinoamericanos, en Estados Unidos el tema de las drogas ha perdido lustro como preocupación de la opinión pública estudiosos de las drogas.