Alfredo Vergara
Columnista invitado
Cuando en 1949 William Phillips terminó de construir lo que sería la primera y única computadora hidráulica del mundo, no debe haber tenido ningún problema en ponerla a funcionar: bastaba con abrir la llave de paso de la cubeta llena de agua que estaba colocada en el techo de la computadora, para que el líquido empezara a fluir a través de las delgadas mangueras que se acoplaban con los pequeños recipientes instalados más abajo.
La cubeta representaba la cantidad de dinero que debe circular en la economía y que el gobierno puede controlar abriendo o cerrando la llave; las mangueras reproducían los diferentes ductos financieros, bancarios o tributarios que unían entre sí a los recipientes; y, estos últimos, encarnaban a los diversos sectores productivos, de consumo o de servicio, que conforman un país.
Una vez que la computadora quedó acoplada en todas sus partes, Phillips la fue calibrando para que pueda reflejar de la manera más exacta posible la realidad de la economía inglesa.
En 1958, después de 10 años de arduo trabajo, con la ayuda de esa computadora y con el aval de la Escuela de Economía de Londres, Phillips publicó un artículo en el cual demostraba que en Inglaterra -año a año y a lo largo de casi un siglo- la circulación monetaria y la tasa de desempleo, habían sostenido entre sí una inversa pero mutua dependencia; relación que desde entonces ha sido reiteradamente comprobada en la mayoría de los otros países.
En el Ecuador la circulación monetaria empezó a crecer a partir del año 2000 impulsada al inicio por la dolarización y, después, por los altos precios del petróleo. Y ese crecimiento se realizó de manera constante hasta marzo del 2015, mes en el que los depósitos monetarios llegaron hasta lo que hoy ha sido su nivel máximo: 29 998 millones de dólares. Pero ese mismo mes el Gobierno decidió aplicar las denominadas ‘salvaguardias’, que no son otra cosa que un impuesto al uso del dólar para realizar compras externas.
Para poder pagar ese nuevo impuesto, los consumidores tuvieron que extraer una parte no programada de sus depósitos bancarios y -si la cubeta se contrae- la cantidad de dinero circulante también.
Lo que aconteció después ya había sido fielmente descrito por Phillips en la historia: las fuentes de trabajo también empezaron a contraerse. Y ese triste epilogo es el que, en estos últimos 12 meses, lo han sentido en carne propia los padres de familia que han perdido sus empleos y los aún esperanzados jóvenes que no logran encontrar el suyo.
William Phillips murió el 4 de marzo de 1975, dejándonos como herencia su certeza de que iliquidez y desempleo son las dos caras de una misma moneda.