Desarrollo humano

En la última década del siglo XX, en medio de la turbulencia de preocupaciones, se marcó una tendencia hacia la búsqueda del desarrollo humano, que es mucho más que el desarrollo económico, que es más que la simple acumulación de bienes monetarios, que está más allá del consumo material y que se relaciona con una amplia gama de bienes tangibles e intangibles que, en conjunto, determinan la calidad de vida de un pueblo.

Durante mucho tiempo la pregunta inevitable fue: ¿cuánto produce un país? Y la respuesta se la dio siempre en términos econométricos del producto nacional. Hoy las preguntas son distintas: ¿cómo están los habitantes de un país? ¿cuál es su calidad de vida? Y las respuestas deben encontrarse en la forma en que se distribuyen los beneficios del progreso y en que se provee a las necesidades fundamentales del ser humano, que son la vida prolongada, saludable y creativa, los conocimientos, la seguridad social, la libertad política, los derechos garantizados y otros valores. Esta es la dimensión humana del desarrollo.

Antes la preocupación era de orden cuantitativo: referida a índices de producción nacional, que resultan falaces en los países de grandes contrastes. Hoy la preocupación es de orden cualitativo: la suma de libertad, dignidad humana, salud, seguridad jurídica, equidad, confianza en el futuro, estabilidad económica, bienestar, cultura, educación, medio ambiente sano, satisfacción por el trabajo desempeñado, buen uso del tiempo libre y una amplia gama de otros valores.

El crecimiento económico no supone, por sí mismo, desarrollo humano. Hay países que tienen altos índices de crecimiento y bajos niveles de desarrollo humano y, a la inversa, otros que registran exiguos ingresos per cápita y que sin embargo han conquistado apreciables indicadores de progreso humano. El crecimiento económico es un elemento necesario pero no suficiente para el desarrollo humano.

En razón de que el Producto Interno Bruto (PIB) no refleja las realidades sociales cualitativas, las NNUU incorporaron desde 1990 una nueva fórmula para medir el grado de bienestar social: el índice de desarrollo humano (IDH), que contiene un summum de elementos diversos que forman la calidad de vida.

Con base en esa fórmula clasificaron 187 países en función de sus índices de desarrollo humano. Noruega, Australia, EEUU, Holanda, Alemania, Nueva Zelanda, Irlanda, Suecia, Suiza, Japón, Canadá, Corea del Sur se mueven en los primeros lugares, dependiendo de que la distribución de su ingreso sea eficiente y de que los recursos estén empleados en concordancia con las prioridades humanas. Los más rezagados: Níger, Congo, Mozambique, Chad, Burkina Faso, Mali, Eritrea. Todos africanos.

En América Latina los mejor situados son Chile (puesto 40), Argentina, Bahamas, Uruguay, Cuba, Panamá, México, Costa Rica, Granada, Antigua & Barbuda y Trinidad & Tobago.

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