Muchos de mis artículos han tratado dos temas que pudieran entenderse como distintos y hasta desconectados: por un lado el desarrollo de la inteligencia emocional, y por otro la libertad. Son obviamente temas distintos, pero no están desconectados. Al contrario, la conexión entre ellos es estrecha e intensa.
En su notable obra “El arte de amar”, Erich Fromm nos ayuda a entender la íntima conexión entre ambos temas cuando nos dice: “Mi propia persona debe ser un objeto de mi amor, al igual que lo es otra persona”. El que la propia persona sea objeto de amor significa, en altísimo grado, que uno valore su propia dignidad y, al valorarla, rechace todo aquello que represente sometimiento, abuso y desprecio por la libertad .
En esa misma obra, Fromm nos ayuda a comprender la incapacidad, de la que tristemente adolecen tantos seres a nuestro alrededor, para amarse ellos mismos y, en consecuencia, para reclamar su libertad. Esa incapacidad se origina en el defectuoso amor materno. Señala el autor que el amor materno tiene dos aspectos: el primero, “el cuidado y la responsabilidad necesarios para la conservación de la vida del niño y su crecimiento. El otro aspecto va más allá de la mera conservación. Es la actitud que inculca en el niño el amor a la vida, que crea en él el sentimiento ¡es bueno estar vivo, es bueno ser una criatura, es bueno estar sobre esta tierra!”.
Agrega Fromm: “La misma idea se expresa en un simbolismo bíblico. La tierra prometida se describe como “plena de leche y miel”. La leche es símbolo del primer aspecto del amor, el cuidado y afirmación. La miel simboliza la dulzura de la vida, el amor por ella y la felicidad de estar vivo. La mayoría de las madres son capaces de dar “leche”, pero solo unas pocas pueden dar “miel” también. Para estar en condiciones de dar miel, una madre debe ser una persona feliz, y no son muchas las que logran alcanzar esa meta. El amor de la madre a la vida es tan contagioso como su ansiedad. Ambas actitudes ejercen un profundo efecto sobre la personalidad total del niño; indudablemente es posible distinguir, entre los niños y los adultos, los que solo recibieron leche y los que recibieron leche y miel”.
¿Por qué la mayoría de las madres son solo capaces de dar “leche”, y no “miel”? Porque la mayoría de las madres son objetos de abuso, irrespeto y tiranía emocional. En los lugares, incluida nuestra América andina, en los que el respeto por la mujer es bajo y la educación de la mujer es menospreciada, o donde un talibán puede intentar matar a Malala, parece más fácil que cundan prácticas prepotentes y abusivas en el ejercicio de la autoridad y del poder.
Al contrario, cuando veo a mi bella hija llenar de “leche” y de “miel” a su hija, mi nieta, me lleno de esperanza. Mi hija es feliz, y mi nieta querrá ser libre.