El Ministro del Deporte, conocido tanto por sus hazañas futbolísticas como por su carisma, fue uno de los protagonistas de la última reunión de la Federación Ecuato-riana de Fútbol, el martes. Como era de suponer, expresó su condena a la absurda muerte de un aficionado de Liga Deportiva Universitaria en el estadio de ese equipo, el domingo pasado.
Al tiempo de declararse apenado porque cada vez haya más, y no menos, vallas en los estadios ecuatorianos, Cevallos anunció varias medidas preventivas y punitivas para frenar la inseguridad en estos escenarios deportivos.
Nadie -excepto quienes se benefician de la violencia o la impunidad- puede oponerse a cualquier acción para que la seguridad gane terreno, no solo en los estadios sino en la vida cotidiana. De hecho, esa es la prome-sa que permitió al Gobierno reivindicar otro triunfo político en la consulta de hace ya 10 meses, y que le dio carta blanca para reformar la justicia a su conveniencia.
Pero tiene sus riesgos pensar que las soluciones deben ser puramente legales o puramente punitivas. Preocupa, por eso mismo, el anuncio hecho esta semana en un diario oficialista, en el sentido de que los ganaderos ya pueden andar armados. Según el Ministro de Seguridad Interna y Externa, los dirigentes del sector camaronero ya iniciaron los contactos para obtener las licencias que les permitan armarse.
No hay que olvidar que esta delegación del Estado a los productores amenazados por la violencia fue en Colombia el germen de un problema tan grave como el paramilitarismo. Si bien las respuestas deben estar en función del nivel al que ha escalado el delito, dejarlas en manos privadas puede ser un remedio peor que la enfermedad. El uso legal de las armas debe estar a cargo de quien corresponde.
Al tiempo que se desarrollan tareas específicas para combatir la inseguridad como un fenómeno que afecta a toda la sociedad, y se construye un sistema judicial ojalá creíble, el país también debe trabajar en crear un clima de tolerancia. Y en esta materia, hay que decir sin ambages que los avances que logra el vicepresidente Lenín Moreno los borran con el codo el presidente Rafael Correa y varios funcionarios.
Perdonar por conveniencia pero seguir tratando a los medios privados como a los peores enemigos de la sociedad, no contribuye a un ambiente pacífico. Tampoco responder con desafíos pugilísticos a la violencia de estilo socialcristiano, a propósito de la colocación de un busto en homenaje a uno de los presidentes más voluntaristas de la historia nacional. En una sociedad orientada por el paternalismo, el ejemplo sí importa.
El Gobierno ha organizado buenas campañas por los discapacitados y contra el machismo, pero tiene pendiente una contra el racismo y, sobre todo, otra contra la intolerancia. En el Ecuador de aquí y de ahora, desarmar los espíritus puede resultar incluso más eficaz que armar las manos.