A más de los problemas económicos, sanitarios y sociales, los cuales se han agudizado con la pandemia de la covid-19, uno de los temas que deberá ser abordado por el próximo presidente del Ecuador tiene que ver con la política exterior.
Uno de los grandes problemas que ha tenido la política exterior del Ecuador es la interferencia ideológica, dejando de lado un aspecto que es fundamental: la consecución de los altos intereses de la nación.
En consecuencia, la diplomacia ecuatoriana ha sufrido de los vaivenes y la falta de una visión estratégica en algunos gobiernos. La adopción de una visión de izquierda o de derecha a nivel interno y externo se ha hecho sin beneficio de inventario. El punto crucial radica en que la política exterior debería medirse no solamente en función de los lasos y relaciones que mantenemos con los países sino del logro de nuestros intereses y objetivos estratégicos permanentes, así como el cumplimiento de nuestros principios y valores.
Durante la época del correísmo, en la cual nos jactamos de tomar decisiones independientes y soberanas, no tuvimos política exterior. Las decisiones se tomaban en Caracas y La Habana en función de posicionamientos ideológicos y de la cohesión que debían mantener los países que estaban cobijados por el Socialismo del Siglo XXI. Los berrinches y desplantes que hacían al imperio norteamericano daban la vana impresión de autonomía. Sin embargo, nos entregamos de lleno a los intereses de quiénes manejaban nuestra política exterior e incluso de una potencia emergente y en expansión como es China.
Por ello es un error definir el direccionamiento de la futura política exterior solo en función de la posición que vamos a tener, por ejemplo, en torno de Venezuela. No puede ser así. El próximo presidente debe tener una apreciación estratégica de lo que sucede a nivel subregional, regional, continental y mundial.
En días pasados Estados Unidos, Francia y la mayor parte de los países europeos han tenido una posición muy dura frente a la violación sistemática de los derechos humanos en China. Me refiero a la represión en contra de la minoría étnica de los uigures. Según la ONU, cerca de un millón de personas de esta etnia han sido reducidos a campos de concentración. El gobierno chino los llama “campamentos de reeducación”.
En torno a esto, ¿qué dice América Latina? ¿Qué va a decir el gobierno del Ecuador? ¿Nada? Más allá de los problemas que tenemos en la región como es la existencia en pleno siglo XXI de regímenes no democráticos, los altos niveles de inseguridad, la corrupción y falta de transparencia, el colapso de la economía, las crisis migratorias, la pobreza, la marginalidad social, etc., no podemos ignorar la proyección de China en la región. Como puede ser una oportunidad, también es una amenaza.
Y es en torno de lo que sucede a nivel externo, así como de los intereses que deberíamos tener como país, que la política exterior debiera encaminarse.