Palabras como competitividad, transparencia, rendición de cuentas, calidad, excelencia organizacional, consecución de riqueza, reparto equitativo, cuidado ambiental, y otras más, forman el ineludible marco de referencia para el rol, cada vez más claro, que una empresa debería ejercer para cumplir a cabalidad de ser auténtico motor de la economía de los pueblos.
El advenimiento de la responsabilidad social, en el amplio espectro que abarca y en el cauce idóneo que requiere, está, poco a poco, siendo entendido de mejor manera, no obstante, aún con rezagos de interpretaciones erróneas. Anglicismos como “greenwashing” o “reputation laundering” expresan sugestivamente, pero de manera precisa, las tácticas utilizadas para intentar convencer a los grupos de interés de las buenas prácticas empresariales, pero ofenden el legítimo sentido de la Responsabilidad Social.
Hoy, los grupos de interés reclaman con mayor rigor que las empresas transparenten, no sólo el resultado de última línea –ojalá siempre positivo– en sus balances de pérdidas y ganancias, sino que den a conocer públicamente cómo, con qué medios lícitos cuentan para lograr esos resultados, tomando en cuenta –entre muchos otros aspectos– el impacto que sus acciones operacionales ocasionan al ambiente, si se trata con justicia a sus proveedores, cómo se actúa con sus colaboradores, si los precios de venta son razonables, si se respetan los tan cacareados derechos humanos (es común que no se conozca, a ciencia cierta, cuáles mismos son, pues no se conserva la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la gran mayoría de las organizaciones).
Para empresas públicas o privadas, para cualquier tipo de organización, pequeña, mediana, grande, nacional, multinacional, existen herramientas de sencilla accesibilidad, reconocidas universalmente, guías, que sin mayor complicación les conducen en cómo practicar, de forma objetiva, la trasparencia y rendición de cuentas, sin tener que hacer aspavientos de sus autodenominados logros o maquillar su imagen a través de artificiosas publicaciones y, más allá de autoalabanzas rimbombantes, les orientan didácticamente para que logren precisar y dar cuenta de su gestión, pero con base en indicadores cualitativos y cuantitativos, idénticos con los que se miden otras organizaciones en cualquier parte del mundo.
Aún son pocas, sobran los dedos de las manos, para contar aquellas empresas que en nuestro país elaboran este tipo de reportes llamados Memorias de Sostenibilidad; sin embargo, últimas indagaciones demuestran que sí hay buenas intenciones de rendir cuentas como se debe… Vamos ya, entonces, del dicho al hecho.
Estos son los nuevos desafíos empresariales.