España afronta una crisis política sin precedentes. La corrupción, como en otros países del planeta, se cargó la estabilidad de un gobierno al punto que prosperó una inédita moción de censura. El líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, juntó a ‘moros y cristianos’ en una insólita alianza para derrocar al Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
El caso Gürtel, de financiación ilegal del Partido Popular (PP), hasta el viernes en el gobierno, llevó a prisión con una condena de 33 años a Luis Bárcenas, tesorero del partido y cubrió de sombra la imagen de Rajoy.
El expresidente llegó a su mandato tras sucesivas elecciones que lo tuvieron en funciones de modo inestable por buen tiempo.
Lo curioso es que su contendor y quien perdió ante Rajoy en las urnas, fue elegido el viernes por el Congreso de los Diputados, como nuevo Presidente del Gobierno y juramentó la Constitución ante el Rey Felipe VI, jefe de Estado. En el acto estuvo Rajoy.
Sánchez es el séptimo presidente del Gobierno y tercero del PSOE, desde la monarquía parlamentaria que rige en España tras la muerte de Francisco Franco, quien mandó con mano férrea desde el fin de la guerra civil en 1939 hasta 1975. Entonces los pactos de la Moncloa procuraron gobernabilidad y le sucedieron Calvo Sotelo, Suárez –ambos de UDC-; Felipe González y Rodríguez Zapatero -socialistas- y los derechistas del PP, Aznar y Rajoy, censurado el viernes.
Llama la atención, el que, pese a discursos duros del saliente Presidente y de quien propuso su censura, ambos dijeron que no se trataba de nada personal, se dieron la mano y dialogaron ayer en el Palacio Real de la Zarzuela. Sánchez dijo a Rajoy: ‘presidente’ y él respondió: ‘mucha suerte’. El reto de Sánchez, que juró la Constitución, será respetarla y cumplirla sin dar paso a los afanes independentistas de partidos nacionalistas de Cataluña y el País Vasco ni a presiones de la izquierda catalana y abertzale, ambas separatistas. Un reto monumental.