La capacidad del actual Gobierno para dominar todo espacio de la vida pública es temible. Prácticamente todo ámbito está copado por el Régimen. Su influencia se ha colocado en los más diversos terrenos de la expresión política.
Por ejemplo, el Ecuador del momento no tiene partidos. Esto es inconcebible, asistimos al insólito hecho de vivir bajo el imperio de “partido único” que gobierna la sociedad. Los partidos han sido pulverizados. En muchos casos parecería que era conveniente, lo más grave: no se hace nada para reconstruirlos. A alguien al que no le conviene que emerjan del fango.
El arrollador modo de conducir la gestión pública actual hizo que desde el Gobierno se satanice a los partidos, bajo la denominación de partidocracia se trituró a estas congregaciones y con ello se acabó con la instancia fundamental de la democracia que son las organizaciones políticas desde donde se debería diseñar las rutas por donde debe transitar el país. Es en esos laboratorios en los cuales se debe pensar y construir el destino nacional. El Ecuador está en manos de un solo cabecilla, es altamente peligroso.
Pero lo más aterrador es la ausencia de los movimientos a favor de los derechos humanos. Estas Organizaciones No Gubernamentales que fueron tan activas en el pasado hoy han sido silenciadas y sometidas. Finalmente no existen. Se han acabado asociaciones como la Aldhu, la Comisión Ecuménica de los Derechos Humanos, La Asamblea Permanente, para citar tres de las más diligentes. Esa cautela o ausencia de las ONG se vuelve aterradora. Ahora hemos visto como el ciudadano Luis Sobenis se suma a la lista, ya bastante extensa de personas arrestadas por manifestarse contra el comportamiento presidencial. Los activistas de los DD.HH. no han dicho una palabra, como tampoco en casos más emblemáticos.
Los ciudadanos estamos desamparados. Los derechos humanos se defienden o protegen atendiendo la ideología del afectado. Ahora los gobiernos y el poder pueden abusar y oprimir sin cuidado. Los derechos humanos que no deben ser patrimonio ni de derecha ni de izquierda ahora se han convertido en ficciones impalpables sobre las cuales mejor se dan las espaldas para fijar la mirada en las tenues bondades del poder efímero.
Solo imaginemos cuanta bulla y presteza se habría levantado si estas detenciones y golpizas despóticas, por expresarse contra el presidente se producían en gobiernos anteriores. Lo lamentable es que los actores hacen mutis por el foro y los beneficiados por este silencio se entretienen con contemplando los tumbados.
¿Qué han dicho las organizaciones de DD.HH. sobre la detención de Araujo, Carrión, Rivera y Tibán? ¿En dónde se metieron los defensores? Ah, buenas preguntas para respuestas que ya conocemos, se les comió la lengua el ratón.