En un mundo estridente, aturdido por los vientos de guerra y la violencia (física o verbal) que ha cobrado la vida de seres inocentes, con imposiciones y autoritarismo, existe una mayoría que clama por el derecho a vivir en paz. Esto es fundamental si se quiere construir un mundo democrático, de respeto mutuo, aun cuando existan discrepancias. La mayoría de ciudadanos del planeta ha demostrado su apoyo a estas tesis en momentos de tensión por la situación en Siria, en donde el gobierno de Al Asad, violador de los DD.HH. como ha confirmado la ONU, ha arrasado contra su población, incluso acusado de usar armas químicas.
La sangrienta situación en Siria ha hecho reaccionar al mundo de diversa forma. Por un lado, la criticada amenaza del premio Nobel de la Paz y presidente de EE.UU., Barack Obama, de atacar militarmente, lo cual también es condenable. Por otro lado, el papa Francisco se ha empeñado en luchar denodadamente por la paz en el mundo y en todos los corazones. Más aún en el ámbito católico y en quienes dicen practicar la fe, que comulgan periódicamente, que predican una cosa y hacen lo contrario. Un ejemplo, la oración del padre nuestro dice: …perdona nuestras ofensas, como también perdonamos a los que nos ofenden… Se reza cogidos de las manos abiertas (no cerradas para accionar, reaccionar o para pegar). Sin embargo, ante un error ciudadano desafían y se ratifican que una ofensa merece puñetes. ¿Ese es el mundo de los cristianos? ¿Esto merece el aplauso o el silencio cómplice? El Papa ha reiterado la necesidad del diálogo y que el único modo que una persona, una familia o una sociedad crezca es con la cultura del encuentro, no el desencuentro, en la que todo el mundo tiene algo de bueno que aportar y todos pueden recibir algo a cambio. “El otro tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con una actitud abierta, sin prejuicios; solo así puede prosperar un buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la estima de unas por las otras sin opiniones previas gratuitas. Hoy, o se apuesta por la cultura del encuentro o todos pierden”, según el Pontífice.
Siempre los ejemplos, como ofrece el Jefe de la Iglesia Católica, deben ser positivos, constructivos y que no siembren el odio y la confrontación. Los pueblos merecen vivir en paz, con respeto mutuo, y no llenos de rencores, como se enseña equivocadamente y que en algunos casos ha causado impacto porque aplauden y adoptan las malas conductas y el mal trato. Hay que saber perdonar los errores de los prójimos como también deben enmendar los que ofenden. Es de respeto mutuo. Uno sabe cómo empiezan los conflictos pero muy difícil cómo terminan, en algunos casos con tragedias como viviera la Libia del dictador Gadafi, los 30 largos años de la era Mubarak en Egipto y hoy la Siria masacrada por Al Asad.