¿Derecho espontáneo?

Durante el siglo veinte la humanidad logró progresos sustanciales en la extensión de los derechos de las mujeres y los trabajadores. En la mayor parte del mundo occidental, las mujeres alcanzaron el derecho al voto y se incorporaron masivamente a la fuerza laboral, a la vez que los trabajadores, en general, lograron jornadas de trabajo más reducidas y mayores beneficios laborales.

Usualmente agradecemos a los líderes políticos por la consecución de tan significativos avances, a pesar de que eran el resultado inevitable de algunos de los dramáticos cambios económicos y tecnológicos que ocurrieron durante los últimos cien años.

Según estadísticas recopiladas por el Gobierno norteamericano, el esfuerzo de lavar, secar, planchar, cocinar, coser y limpiar tomaba a las mujeres de inicios del siglo veinte casi doce horas diarias de trabajo. Debido a que la mayor parte de los hogares no contaban con electricidad, ni agua corriente, el agotador trabajo doméstico incluía cargar al año toneladas de carbón para calentar estufas, hornos y planchas, así como cientos de baldes de agua para cocinar y lavar. A las mujeres de esa época simplemente no les quedaba tiempo ni fuerzas para dedicarse a otras actividades productivas, por más que hubieran tenido la oportunidad de hacerlo.

Los cambios tecnológicos facilitaron la provisión de agua corriente y electricidad a los hogares y el desarrollo de electrodomésticos que simplificaron el trabajo doméstico, permitiendo que las mujeres dispusieran de tiempo para sumarse a la fuerza laboral trabajando fuera de casa. Disponibilidad de tiempo que también les dio visibilidad política y les llevó a exigir los derechos a votar y ser votadas que se instituyeron mediante leyes.

En el caso de los trabajadores ocurrió algo similar. Hace cien años el trabajador norteamericano promedio trabajaba más de 60 horas a la semana, mientras hoy trabaja menos de 35. Hace cien años solo el 6% de los trabajadores tomaban vacaciones mientras hoy las toman el 90%. Hace cien años los hombres empezaban a trabajar a los 13 años y la mayoría lo hacía hasta morir, mientras que hoy el trabajo infantil es inusual y el 80% de los norteamericanos se retira a los 65 años.

El crecimiento económico y las sustanciales mejoras en la productividad registrados en el último siglo hicieron posible que los trabajadores produzcan más trabajando menos. De ahí que una semana laboral de cuarenta horas y vacaciones anuales, habría sido el resultado previsible de la mejorada productividad, independientemente de que se hayan instituido leyes de protección a los trabajadores.

Muy probablemente el crecimiento económico y el progreso tecnológico seguirán ampliando los derechos de las mujeres, los trabajadores y otros miembros de la sociedad, pero serán los políticos quienes se llevarán el crédito por ello.

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