La Carta Democrática Interamericana reconoce que “la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y directo” es uno de los elementos esenciales de la democracia representativa y que los pueblos tienen “el derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”.
Mañana, el pueblo ecuatoriano acudirá a las urnas para ejercer ese derecho cuyo ejercicio es medida de madurez y civismo. En una sociedad abierta y plural, más aún si múltiples y valiosas culturas la informan y enriquecen, las expresiones de pensamiento no pueden ser uniformes.
Los ciudadanos juzgan y opinan y, siendo seres diversos y complejos, sus criterios usualmente difieren, a veces de manera contradictoria. Esa es la vida normal y sana en una sociedad de individuos pensantes.
Por eso existen diversas maneras de ver y juzgar la realidad sobre la que se concentra nuestro juicio crítico. De la discusión nace la luz, decían los filósofos del iluminismo, concentrando en tal máxima la sabiduría que resulta del contacto civilizado entre seres humanos.
Los miembros de una sociedad, llámese familia, clan, ciudad o Estado, pueden diferir en su visión o criterio sobre el entorno en que actúan, pero están generalmente movidos por un mismo propósito, aunque los métodos y caminos para conseguirlo sean diferentes: buscar el bien común y el progreso colectivo.
Los ecuatorianos queremos el bien de nuestro país y el adelanto de nuestras ciudades, cantones y parroquias. Con tal finalidad, vamos a expresar mañana nuestras preferencias.
Hemos de hacerlo en pleno uso de nuestra libertad, ejercitando el derecho de votar y participar así en el Gobierno de los intereses comunes. Nuestras divergencias no pueden ser consideradas “traiciones”. El único juez nos mira desde el fondo de nuestra propia consciencia.
Debemos ejercitar, con responsabilidad y civismo, el derecho a votar, sin temores ni recelos. Tenemos un compromiso con la patria y con nadie más. En uso de la razón de la que estamos dotados, debemos reconocernos como hermanos y actuar fraternalmente los unos con los otros. Ningún compatriota es enemigo.
Todos debemos cooperar para que las elecciones sean cordiales, límpidas y transparentes. Para ello, debemos estar vigilantes ante la posibilidad de que irregularidades en el proceso electoral o una vez concluida la votación, lleguen a enturbiar esta fiesta cívica.
Tenemos que estar listos para defender los resultados de la voluntad popular con todos los medios que nos entregan la ley y la ética.
Mañana debe ser un día de civismo, de reafirmación de los valores de libertad y de respeto mutuo que han caracterizado históricamente a nuestro Ecuador. Mañana, todos debemos cantar, en armonía y esperanza, ¡Salve, oh patria, mil veces, oh patria!