“En la ecología la depredación es un tipo de interacción biológica en la que el individuo de una especie animal caza al individuo de otra especie para subsistir” Es una norma común en el reino animal; pero entre seres humanos también hay depredadores y son aquellos individuos violentos, explotadores y abusivos de otras personas. Se encasillan en ese grupo los asesinos en serie, los violadores, los estafadores, los terroristas y los abusadores infantiles, tienen características comunes, pues son engañadores, impulsivos, agresivos y narcisistas.
Nuestro país es víctima de asesinatos, grandes estafas y terrorismo y ha sufrido la acción destructiva de varios depredadores humanos. Imposible no recordar el “Estallido” de octubre del 2019 y la rebelión de junio del 2022, protagonizados por la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE) y otras organizaciones de indígenas y campesinos, en las que se infiltraron hordas bolivarianas internacionales y miembros de los CDR (comités de la revolución) para cerrar carreteras, destruir las calles y las casas de la ciudad capital e incendiar edificios como el de la Contraloría General del Estado, para incinerar documentos y evidencias de los formidables atracos que se cometieron desde el poder. Las acciones terroristas contaron con el apoyo soterrado de dirigentes del movimiento político que más daño ha causado al Ecuador, pues ha conjuntado a delincuentes con narco-políticos y ha trastrocado la mente de la juventud que permanece adormecida y confundida, cuando mira como gente que miente y delinque se enriquece en forma fraudulenta y se mantiene obstinada en volver a dirigir al país para acrecentar su mal habida riqueza. El terror de los habitantes de la ciudad, al ser atacados, no encontró ni seguridad, ni consuelo en las autoridades locales y provinciales, pues estaban coligadas con los feroces depredadores.
Ha transcurrido poco tiempo y sorpresivamente el líder prófugo, reaccionó ante la intervención legítima del gobierno para evitar la fuga del exvicepresidente a México desde la embajada de ese país, donde estaba refugiado ilegalmente, pues tenía sentencias por corrupción e intimidación. El expresidente pidió a la comunidad internacional sanciones para el país que dirigió, su país, el Ecuador, en una vergonzosa actitud que originó una justa demanda de traición a la patria. Hace pocos días el exmandatario prófugo hizo un símil de la actuación de la CIA en Beirut y lo que podría suceder en Ecuador, sugirió atentados que podrían estar orientados a detonar varios edificios señalados en una lista en la que constan las fiscalías de Quito y Guayaquil, los principales hoteles de ambas ciudades y se podrían incendiar 20 gasolineras, difundir alertas de bombas en 20 centros comerciales, en los aeropuertos, en plantas de generación eléctrica, destruir el oleoducto, destruir torres eléctricas para provocar cortes de luz.
Sorpresivamente, los días jueves y viernes de la semana anterior, por primera vez en la historia nacional, aparecen, con un inicio casi simultáneo, 7 focos de grandes incendios que acabaron con cientos de hectáreas de bosques, pulmones de la ciudad, con gigantescas lenguas de fuego que destruyeron algunas viviendas y exterminaron la vegetación y la fauna silvestre; mucha gente quedó en extrema pobreza y algunas personas sufrieron síntomas respiratorios severos. Las autoridades han capturado a algunas personas sospechosas de haber sido los provocadores de los incendios, aparentemente tres de ellos tienen nexos con el correísmo.
Es altamente satisfactorio observar que autoridades gubernamentales, municipales y prefectura hayan unido esfuerzos para combatir el avance del fuego; pero es totalmente repulsivo que el prófugo de Bélgica aproveche la tragedia para incentivar a sus partidarios para que destaquen el accionar de su coideario, el alcalde de la ciudad, altamente criticado por su pobre realización, como si se tratase de la única autoridad que ha trabajado en esta noble causa.
El país necesita que se efectúe una investigación completa, para determinar cuál es la mente malévola que ordenó prender el fuego, casi simultáneamente, en diversos sectores. Reaccionemos con rebeldía e inteligencia, no enfermemos nuestras almas, pero luchemos por terminar con la codicia y la ambición desmedida de quienes buscan limpiar sus indelebles y manchados nombres a cualquier precio, sin aquilatar el invalorable y múltiple daño, que por conseguirlo, ocasionan.