Se cumplen 40 años de la toma de posesión de Jaime Roldós y Osvaldo Hurtado como presidente y vicepresidente de la República, luego de los regímenes dictatoriales que sufrió el país a partir de 1970. Para llegar a ese acto, simbólico y de hondas consecuencias, del 10 de agosto de 1979, el país superó descarados intentos postreros de continuidad dictatorial, pero a partir de aquel día no se ha llegado a romper el orden constitucional.
Hay quien dice que no han sido 40 años de democracia sino de elegir gobiernos sucesivos (hemos tenido 14 jefes de Estado: Roldós, Hurtado, Febres Cordero, Borja, Durán Ballén, Bucaram, Arteaga, Alarcón, Mahuad, Noboa, Gutiérrez, Palacio, Correa y Moreno), y es verdad que la democracia ha sufrido duros embates, en especial en los gobiernos autoritarios (los de Febres Cordero, Gutiérrez y, sobre todo, Correa), cuando se atacaron las libertades, se recortaron los derechos, se manipuló la justicia, y en algún intento de golpe de estado, pero la demostración de que la democracia funciona es que aún de esos abismos hemos podido salir.
Los problemas económicos de los gobiernos sucesores de los autoritarismos fueron y son muy complicados de manejar: les pasó a Roldós y Hurtado, a Borja y le está pasando a Moreno, pero la democracia ha permitido, mal que bien, debatir, disentir y avanzar. Los gobiernos que violaron los derechos de sus ciudadanos han merecido la condena de la historia. Incluso aquel que ocupó el poder durante una cuarta parte de ese período, el más corrupto y manipulador de todos, que estrechó lazos con los regímenes más totalitarios del planeta, controló todas las funciones públicas y creyó que nadie ejercería un contrapeso a su poder absoluto, ha encontrado que el brazo de la justicia está alcanzando a sus más altos jerarcas y que, aunque borraron sus computadoras, la Fiscalía y la cibernética están logrando encontrar los archivos (documentos, correos electrónicos, contraseñas, historiales de navegación, datos financieros y otra información) que los corruptos creían haber hecho desaparecer por completo de sus discos rígidos. ¿No sabían que para garantizar que nuestros archivos personales no se puedan recuperar, no es suficiente eliminar las carpetas y ni siquiera volver a instalar el sistema operativo desde cero? ¿O se sentían tan seguros en su impunidad?
Creían que nadie osaría de criticarles, pero la prensa y algunos políticos nos atrevimos, a pesar de la persecución y el acoso. Los mecanismos de la democracia volvieron a funcionar y están descubriendo el pútrido pantano de sobornos y corrupción del régimen que decía tener, ¡oh sarcasmo!, “las manos limpias y los corazones ardientes”. Sí, la democracia tiene fallas, pero la auténtica es preferible a cualquier otro sistema, como lo han demostrado las últimas cuatro décadas.