La entrevista al jefe de guardaespaldas del coronel Chávez, publicadas en ABC, (4.oct. “Plomo a la oposición”) donde afirma que ganarán las elecciones si es preciso a bala, y su cínica admisión de la muerte de opositores en Barinitas, pone en evidencia que, en esos regímenes, la democracia es la máscara del fascismo que, a título de revolución socialista, está triunfando en América Latina. Los grupos de combatientes populares, milicias, comités de defensa, etc. no son sino fuerzas de choque integradas desde el poder con gente violenta, inescrupulosa y fanática.
Aparte de los resultados de las elecciones, hay que destacar el estilo extremista que le llevó a Chávez a decir que si no gana, Venezuela enfrentaría una guerra civil. Lo de fondo es el uso de la democracia como pantalla de una dictadura. Lo de fondo es que, en el mejor estilo del fascismo, no se tolera a la oposición, y que los novísimos revolucionarios aplican la consigna de que a los adversarios hay que hacerles entender a golpe de bastón, como aconsejaba Mussolini, o a bala y palo, como dice el guardaespaldas del coronel.
Frente a la brutal franqueza del ex paracaidista y de su jefe de guardias de choque, la izquierda latinoamericana enfrenta el reto de seguir respaldando el neo fascismo del coronel, y de aceptar, en consecuencia, que el discurso de la democracia y los derechos, que tanto tiempo le ha servido de comodín, es apenas la carátula del totalitarismo inseparable de todo socialismo. La alternativa, poco probable, es que esa izquierda concluya su asocio con semejante personaje y ponga distancia con el estilo brutal de que hacen gala los chavistas, castristas y otros.
La estrategia de cierto “progresismo” ha sido condenar la violencia política cuando viene de la “derecha” y justificarla si es de la izquierda. Algunas organizaciones, que han politizado las tesis de los derechos humanos en beneficio de las “revoluciones”, insisten en la práctica inmoral de callar cuando les conviene. Muchos “demócratas” hacen de la vista gorda si se trata de que se perpetúen los populismos. Cada vez más “intelectuales”, acomodados en las poltronas del poder, usan su verbo para encontrarle secretos académicos a lo que es simple y puro abuso, y emplean recursos de folletín para vestir de tolerancia a lo que es barbarie política al servicio de algún caudillo. La izquierda latinoamericana no supera el drama, y la hipocresía, de ser demócrata por conveniencia, y en el fondo, ser partidaria de las dictaduras. Veamos la realidad cubana, donde los dos hermanos ejercen el poder, sin elecciones ni rendición de cuentas, desde hace más de cincuenta años, y siguen hablando, ellos y sus amigos, de “democracia popular”, al tiempo que persiguen a los disidentes.