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Demagogia, clientelismo político y populismo electoral llevan a la crisis económica en la región. Los vientos de “revolución” han deteriorado la situación interna. El caso de Venezuela (con acciones dictatoriales cuando desconoce el mandato popular expresado en las urnas y no respeta a la oposición en la Asamblea), que tiene sumido a su pueblo en la más agobiante crisis de las últimas décadas.
Resulta angustioso que mientras el Presidente habla el mismo discurso, los ciudadanos de diverso origen –no chavistas, chavistas e independientes- claman porque haya alimentos, pañales, productos de primera necesidad, que durante 16 años de la revolución bolivariana no ha podido solucionar. Quieren dejar de vivir largas colas para comprar algo. Eso es igualdad, como bien reivindican los gobernantes, pero en la pobreza y no en la prosperidad.
En lugar de seguir fomentando la división, la confrontación y la polarización deberían dedicarse a solucionar el problema económico, social y de inseguridad y no seguir destruyendo la institucionalidad. Siempre buscan culpables y no quieren reconocer sus errores: la prensa independiente, el sector productivo, los académicos, los dirigentes de los trabajadores y las organizaciones sociales, etc., menos ellos.
En el Ecuador se ha sembrado desconfianza e incertidumbre y hoy se quiere culpar al sector privado de no ayudar a solucionar la crisis, cuando ha sido el afectado de las políticas y ha tenido que despedir trabajadores.
Los problemas inocultables derivados de las políticas fiscales están a la vista: aumento del desempleo y subempleo, falta de liquidez, caída de los depósitos, contracción del crédito, déficit fiscal, enorme gasto público, la incidencia de las salvaguardias, entre otros. ¿Dónde están las ideas creativas que anunciaron? ¿Meter la tarjeta de crédito para enfrentar el desempleo y seguir subsistiendo y endeudándose irresponsablemente? ¿Usar el dinero electrónico, con qué respaldo?
Tanto criticaron y fomentaron, con el discurso altisonante que se acostumbra, la nulidad del contrato con la Oxy, que fuera declarado en el Gobierno anterior, pero al llegar al poder amenazaron con declarar traidor a la Patria al que se oponga a esta tesis. Resultado: el Ecuador tiene que pagar por indemnización nada menos que mil millones de dólares, en esta escasez de recursos, con dinero del pueblo.
Estos y otros hechos explican por qué sube el indicador del riesgo país (que se puede bajar con mensajes de confianza y certidumbre, que no se ven), que estuvo en alrededor de
1 200 puntos y que luego de pagar lo correspondiente a los bonos en el exterior, un hecho positivo, pero sigue subiendo a más de 1 600 puntos, lo que afecta a la imagen ya deteriorada.
Internamente no se paga a los acreedores y proveedores del Estado, que viven momentos de angustia por falta de liquidez y que les obliga a despidos y mayor desempleo.