Ciertos profetas y brujos aseguran, basados en el calendario maya, en el apocalipsis cristiano o en las manchas solares, que el mundo se acabará, irremediablemente, el sábado 22 de diciembre de este año. Hay personas que viven embelesadas con las profecías y escudriñan en libros, revistas y en Internet, los detalles del último día. Para otros no resultan seductoras las profecías; creen que un aire maligno las impregna y que están lejos de la realidad. El fin del calendario maya es una de las pruebas esgrimidas para predecir el fin del mundo en el 2012. Para la interpretación escatológica significa el fin del tiempo. Otra interpretación solo ve el fin de un ciclo y el comienzo de otro, algo normal para una cultura que consideraba el tiempo circular.
La Biblia está llena de predicciones acerca de la “abominación desoladora” del fin del mundo. Esas profecías bíblicas dicen cómo será, pero no cuándo. No faltan investigadores que calculan días, buscan números e interpretan imágenes y parábolas para descubrir la fecha, desoyendo la palabra de Jesús relatadas por los evangelistas (Mateo24:36): “Pero el día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles del cielo”.
Creer en las predicciones del fin del mundo delata una actitud pesimista y plantea un problema con los saludos rituales del año nuevo. Todo saludo es un acto del habla, cortés y solidario, entre los miembros de la comunidad y es esencialmente optimista. En su versión más elocuente, expresa al otro la esperanza de que llegue a ver sus deseos cumplidos. Sin entrar en las honduras de la futurología que consiste en anticipar escenarios posibles, para, iluminados por esa visión, cambiar el presente; sería interesante indagar el complejo mundo de los deseos. Los otros esperan que nuestros sueños se hagan realidad y nosotros deseamos a los demás que vean realizados sus sueños. Este intercambio es la mejor expresión de solidaridad al iniciar un año nuevo. Además de los buenos deseos personales, los creyentes en el fin del mundo y los incrédulos, pueden expresar buenos deseos colectivos para el Ecuador 2012. Esos deseos que aspiran a convertirse en realidad podrían ser 6 . El primero que, en arrebato prodigioso de autonomía, la Asamblea Nacional reclame y recupere su facultad de legislar y fiscalizar. El segundo, que en súbita mutación, la Corte Constitucional se libere de su afán de servicio y se dedique al control constitucional. El tercero, que los jueces, instantáneamente se conviertan en valerosos defensores de la ley y rechacen toda clase de intromisiones en la justicia. El cuarto que, para sorpresa de todos, el “Quinto Poder” represente a los ciudadanos. El quinto que los organismos de control se olviden que son organismos y se acuerden que son de control. Si se hicieran realidad los 5 deseos, el sexto se cumpliría inevitablemente.