Bastaron unos pocos días de vacaciones, medio alejados del mundo sin periódicos cotidianos ni noticieros de televisión, para al retorno tener la impresión de que habían ocurrido innumerables acontecimientos en el planeta y dentro de nuestro país.
Y sin embargo, efectuadas las revisiones indispensables, la primera impresión resultó más bien engañosa, ya que en cuanto a ‘procesos’ la tónica había sido más bien la de la estabilidad. Por ejemplo, el ‘culebrón’ del señor Julián Assange y su refugio en la sede diplomática ecuatoriana de la ciudad de Londres no muestra señales próximas de concluir, y acerca del plano doméstico, el Consejo Nacional Electoral sigue tan enredado como siempre entre las falsificaciones de firmas presentadas para lograr la declaración de supervivencia de partidos y movimientos políticos.
De esta suerte que las impactantes declaraciones de la asambleísta María Paula Romo publicadas ya el 12 de agosto ante preguntas de Carlos Rojas y Santiago Zeas, sigan manteniendo toda su inquietante vigencia.
Por supuesto, para ubicar el asunto en su adecuado contexto, hay que reconocer cómo Romo se convirtió en una de las poquísimas ‘revelaciones’ surgidas de la discutida y discutible Asamblea de Montecristi, cuando se redactó la Carta Política en operación.
De ahí que la primera interrogación de los periodistas hubiera sido, ¿cuánto tiempo más le da de vigencia a la Constitución? y que Romo con prontitud expresara: “Deberíamos discutir primero si es que sigue viva. No es un problema de reemplazarla o no. En el Ecuador las constituciones han durado en promedio 10 años, pero ninguna ha tenido una reforma tan rápida. La esencia de la Constitución de Montecristi está herida de muerte por el debate entre las garantías y la construcción institucional”.
Preguntada sobre qué es lo que había fallado, la asambleísta afirmó: “Fuimos a la Asamblea Constituyente porque las instituciones que teníamos eran de cascarón. Antes de Montecristi, antes de que ganara Rafael Correa teníamos 10 años sin que los presidentes completaran sus períodos. Teníamos fiscal, contralor, Tribunal Constitucional… todos encargados. Fuimos a la Asamblea para construir instituciones”.
Respecto de la administración de justicia, la legisladora dijo que había un plan, pero que ese plan se lo ha cambiado ya tres veces, de modo que “hoy no tenemos ni una institución sólida ni un plan que nos diga claramente hacia dónde vamos”.
También reveló públicamente que “hemos llegado a añorar el Tribunal Supremo Electoral anterior, que era el ejemplo del reparto: los partidos controlándose a ellos, los partidos controlando las elecciones… siete partidos eran mejor que uno”, y ante la pregunta de si la Carta de Montecristi terminó solo dando un maquillaje al mismo sistema, observó: “No sé si es el mismo, pero el hecho de que el actual no asuma responsabilidades políticas, lo hace peor”.