A estas alturas, ya todo está dicho. Los ciudadanos han decidido ya su preferencia, y quienes aún no lo han hecho están a punto de hacerlo. Claro que algunos vacilarán incluso ante la mesa electoral, pero serán una insignificante minoría.
Presentada como una alternativa entre dos modelos económicos, que derivan hacia dos modelos de país, esta campaña ha provocado la radicalización de los votantes, pero de hoy en adelante, como ha dicho el señor Salvador Quishpe en una entrevista, lo único que resta es dejar atrás las confrontaciones, las acusaciones, las desvalorizaciones y pensar en los caminos para construir el Ecuador que soñamos. Solo que allí comienzan nuevamente las discrepancias. No todos soñamos con el mismo Ecuador ni concebimos de igual modo los caminos que habremos de seguir. Aquella vieja idea de dejar atrás las ideologías para pensar en el bien del país es una falacia nunca suficientemente denunciada: sucede que las ideologías son precisamente las maneras de entender la realidad y las definiciones frente a ella.
En términos generales, las diferencias ideológicas colocan a las personas a la izquierda o la derecha. Según Norberto Bobbio, el valor supremo de la primera es la justicia, y el de la segunda, la libertad. Pero esta distinción, siendo correcta, es demasiado general. Cuando se mira con cuidado se descubre que hay varias izquierdas y derechas, y no todas se definen en relación con valores tan abstractos. Hay la izquierda nostálgica, que todavía recuerda los tiempos de Stalin y la guerra fría; hay la izquierda romántica, que entiende la militancia como la consagración sacrificada a un ideal imposible; y hay, sin ser la última, la izquierda autoritaria, que ha renunciado a las banderas rojas de otro tiempo, para levantar las banderas azules que tradicionalmente identificaron al partido conservador. Porque, en el fondo, es una izquierda tan rara, que se asemeja a la derecha de los tiempos garcianos: promueve un estado fuerte, autoritario, intolerante; profesa el culto a la personalidad; es amiga de las persecuciones y castigos ejemplares a quienes piensan algo diferente; impulsan la producción con espíritu capitalista, aunque pretenden que el capital sea arrebatado a los empresarios para concentrarlo en el Estado… Todas veneran a Marx; probablemente Marx no se reconocería en ninguna.
En cuanto a las derechas, hay algunas que parecen una izquierda autoritaria, solo que prefieren que el capital se quede en sus manos y rechazan al Estado. Otras suelen ser tan tolerantes que a veces llegan a la indiferencia frente a los problemas sociales. Las más recientes proclaman el lema de “justicia social en libertad”; lo único que les falta es poner en claro qué entienden por justicia y qué es para ellos la libertad. No está por demás que tomen en cuenta lo que dijo Isaiah Berlin: “la libertad de los lobos es la muerte de los corderos”.