Amanecer y escuchar las noticias por la radio es un placer… y una necesidad. ¿Por qué me gusta tanto? La respuesta está en mi niñez. A mi padre le encantaba muy temprano oír la lectura realizada por el locutor de Radio Tarqui, seguramente el mejor lector de periódicos de todos los tiempos. Esta grata experiencia me acompañó todos los días por mucho tiempo.
También a mi padre le agradaba pasar, largo rato, oyendo los debates del Congreso. Suavemente todos en la familia nos sumábamos a esa afición.
Sin duda mi caso, no era el único, toda una generación fuimos amamantados por las noticias y por la política que salían de la radio. Además de la política se desarrolló nuestra imaginación a través de las novelas transmitidas por las radios Espejo y Gran Colombia. El Gato, Kalimán y Porfirio Cadena, eran escuchadas con delicia.
También las leyendas recreadas por Radio Quito.
La formación cívica que se recibía en las escuelas y colegios era desarrollada por prensa, radio y TV, por sus noticieros y sus programas de debate político que proliferaron desde los años 80. Los canales se disputaban por tener un programa político a una hora estelar. Se fomentaba una cultura democrática en la población. Más gente tenía un sentido crítico y, se comprometía con los intereses colectivos. La democracia crecía. Quito, la ciudad más politizada del Ecuador, es resultado también de este proceso aportado por los medios, por la radio en particular.
De este pasado floreciente de espacios de debate, queda poco. La revolución ciudadana se encargó de reducirlos sistemáticamente; arrinconó, de paso, a los mejores polemistas. Quedó el miedo, la autocensura y, por fortuna, una nueva generación de valientes comunicadores, que aportan desde la Internet.
Sin embargo, lo poco que queda de aquél pasado es valioso. Es un verdadero patrimonio de nuestra democracia. Se personifica en los periodistas Gonzalo Rosero, Diego Oquendo, Miguel Rivadeneira, Carmen Andrade. Cada cual con su personalidad, estilo y formación, pero con un denominador común: su vocación por el pluralismo y la democracia. Y su gran valor para enfrentar al poder, intolerante, las más de las veces.
Por ahora, dos de estas valiosas voces podrían ser apagadas. Radio Exa-Democracia y Radio Visión, dirigidas por Gonzalo Rosero y Diego Oquendo, debido al polémico concurso de frecuencias, corren el riesgo de salir del aire. La sociedad civil de Quito y del país, no lo permitirá.
Lo sensato es que el concurso de frecuencias, con transparencia, reglas justas y claras, sea realizado por el nuevo gobierno, para dar legitimidad al proceso, y así fortalecer esta débil democracia y libertad de expresión, que podrían reverdecer a través de esos miles de niños y jóvenes que las mañanas, con sus padres, escuchan Exa-Democracia y Visión.
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