El dicho es conocido: “Sacristán que vende cera sin tener cerería, de dónde pecatas meas si no es de la Sacristía”.
Debe recordárselo cuando se reitera el cuento de los que manipulan los sistemas democráticos, llámense “fascismo” o con cualquier membrete circunstancial -en el fondo son fascistas, aun cuando lo nieguen- de que antes que la libertad, los pueblos demandan una sociedad de equidad e igualdad de oportunidades.
Los gobiernos autoritarios -más peligrosos cuando tienen “aparatajes” de democracia y de división de las funciones del Estado, si estas están sometidas a la voluntad autoritaria- selectivamente afectan a sectores de poder económico -aun cuando a veces pactan con algunos de estos sectores- y privilegian propiciar en sus entornos los nuevos ricos.
En la columna en EL COMERCIO del doctor Rodrigo Borja Cevallos, “Las fortunas y el poder”, publicada el reciente 6 de septiembre, se evidencia como en gobiernos autoproclamados socialistas o comunistas -que en su momento ofrecían igualdad y equidad- se han multiplicado fortunas, por el pillaje de élites gobernantes, más voraces que los neo-liberales de antes.
Es usual escuchar desde espacios de izquierda el discurso que condena a las herencias, por ser procesos de acumulación de bienes, que pasan a las descendencias desde abuelos y padres. Si los descendientes no trabajaron en la formación de las fortunas ¿por qué van a enriquecerse? es su razonamiento.
La paradoja: y, cuando llegan al poder los críticos de esa fraseología, ¿qué de las fortunas que por su ejercicio forman?
Desde la Unión Soviética y China, en sus décadas de gobiernos comunistas, hasta otros países de fraseología revolucionaria, aun en nuestra región, la aparición de fortunas genera la interrogante ¿de donde pecatas meas..?
Verdad que debe avanzarse a una sociedad con mayor nivel de equidad en el acceso a bienes y servicios y a la igualdad en todos los derechos, pero nunca por la vía del autoritarismo que asfixie a la libertad.
En los hechos, en las sociedades que no respetan la libertad, llaman equidad a nivelar en la pobreza y en las limitaciones a las personas, que no están en el entorno del poder.
El desafío es construir una sociedad en libertad. Ser tolerante. Respetar la versión y la opinión de los demás. Nadie debe imponer la suya como irrefutable.
Este desafío pasa por la transparencia de los actos del poder, cada vez más opacada por los “secretos” y las “reservas” del poder.
En el Ecuador de nuestros días hay el agravante de los riesgos de la economía, que a su vez genera una interrogante ¿puede sanearse la economía, con una institucionalidad no confiable?
Aspiro que en los hechos puedan alcanzarse respuestas positivas en la economía y en la institucionalidad.