¿Decadencia del imperio?

Las escandalosas revelaciones de Snowden han puesto de relieve varios hechos: un sistema de espionaje que viola el derecho humano a la privacidad, practicado, en mayor o menor medida, por todos los Estados; las cambiantes actitudes de algunos países europeos que, habiéndose rasgado las vestiduras, se sometieron luego a la presión estadounidense y protagonizaron una condenable violación del derecho internacional y de la inmunidad del Presidente de Bolivia; las distintas valoraciones que ha merecido la conducta de Snowden, considerado por muchos como un héroe de la libertad de información y, por otros, como un traidor a su patria; y la incapacidad yanqui de controlar la situación creada por el espía fugitivo, con la irresponsable ayuda de un pequeño país, para eludir a la justicia norteamericana.

Estas realidades inducen a pensar que los países considerados modelos de democracia han venido experimentando cambios en sus políticas y prácticas que han relativizado sus principios y abierto las puertas a la pragmática falta de respeto a los derechos humanos, lo que resulta, a la luz de la sana crítica, absolutamente inaceptable. Por otro lado, al ponerse en duda la capacidad de las democracias para defenderse democráticamente de sus enemigos, se han subrayado sus debilidades intrínsecas. Cabe una reflexión sobre la historia y sus ciclos. Ya en diciembre de 2011, la revista Foreign Affairs preguntaba: "¿Se acabó EE.UU.?" Quienes dan una respuesta afirmativa, mencionan las fracasadas guerras de Vietnam, Afganistán e Iraq, en pretendida defensa de valores democráticos, o los métodos de lucha contra el terrorismo internacional. En Libia la reacción de Washington se cobijó bajo el manto de la OTAN, mientras que en Siria y ahora en Egipto, prevalecen las dudas e indecisiones. Las guerras preventivas, el uso de "drones" para "matar sin conciencia", la legitimación de la tortura o de las cárceles sin ley, ¿no son síntomas de una decadencia moral? Estados Unidos sigue siendo la incontestable primera potencia en el campo militar, sobre todo porque al poder une el avance tecnológico. En el comercio, en cambio, los países emergentes, China en primer lugar, están cuestionando su liderazgo. Las fuerzas sociales internas, la voz de los inmigrantes y la crítica de la sociedad civil internacional también lo han afectado, a lo que ahora se suma la simbólica y elocuente impotencia para detener a Snowden. La incomodidad de Washington se acrecienta mientras se prolonga el statu quo.

Algunos optimistas afirman que se está creando una nueva civilización planetaria, plural, democrática y unitaria, en la que la idea misma de los imperios perderá viabilidad, aunque no faltan otros que temen el nacimiento de un hiperpoder.

¿Estamos viviendo el comienzo del ocaso imperial norteamericano?