Si bien las proezas de los equipos latinoamericanos han llenado las crónicas sobre la Copa Mundial en la prensa europea y estadounidense, en las secciones de negocios de los diarios se destacan otros resultados más impresionantes.
Este año las economías de América Latina y el Caribe crecerán un promedio de 4,5%, el doble de la tasa pronosticada para los Estados Unidos y cuatro veces más que la Eurozona. Los déficit fiscales de nuestra región alcanzarán un promedio de 2,3% del Producto Interno Bruto, frente a 6,8% en la Eurozona y 10,6% en EE.UU. La deuda pública total latinoamericana está casi a la mitad del actual nivel de las deudas públicas de Europa y Estados Unidos.
Esta dramática reversión de roles no es accidental. En los últimos 20 años la región se ha transformado profundamente.
El caso de Brasil, cuya economía crecerá más de 7% este año, es emblemático: se ha convertido en una potencia industrial y agrícola mundial, sacando a unas 30 millones de personas de la pobreza. Similar progreso se comprueba, en distintos grados, en muchos países vecinos.
Los cimientos del desarrollo sostenido, particularmente la estabilidad política y la prudencia fiscal, se han consolidado en gran parte de la región. Superada la crisis financiera global, América Latina y el Caribe tienen una oportunidad histórica para concluir tareas pendientes y sumarse a los países asiáticos en la vanguardia de una recuperación mundial. Para lograr esa meta nuestros gobiernos deberán salirle al cruce a varios problemas postergados, como mejorar la calidad de la educación.
Casi todos nuestros países van rumbo al Objetivo de Desarrollo del Milenio sobre acceso al agua potable. Pero millones de hogares tienen agua apenas unas horas al día. En nuestras ciudades, casi 80% de las aguas negras se vierten directamente en arroyos, ríos y lagos.
La telefonía celular ya es ubicua en América Latina y el Caribe, cuyas tasas de acceso a Internet están entre las más altas del mundo. Pero nuestros deteriorados puertos, ferrocarriles y carreteras agregan costos al comercio exterior. Para concluir la tarea, América Latina debe ofrecer incentivos y garantías para atraer cientos de miles de millones de dólares en inversiones para modernizar su infraestructura de transporte.
La matriz energética de América Latina es una de las más limpias del mundo. Además de ser un gran productor de biocombustibles sostenibles, más de 65% de su electricidad proviene de plantas hidroeléctricas. Pero en los últimos años, las cotas de sus embalses bajaron peligrosamente debido a sequías. Para concluir la tarea, la región debe desarrollar fuentes de energía alternativas .