Un Gobierno autoritario, enredado en entramados de corrupción indetectables, intolerante, represivo, incapaz de fortalecer la institucionalidad y la unidad nacional y que para sostener su liderazgo incrementa la dependencia económica y financiera del país de una potencia emergente que expande su zona de influencia internacional; más pronto que tarde se da cuenta de que es una pieza periférica, que no comparte poder sino es víctima del ajedrez geopolítico de las potencias.
Estas fuerzas centrífugas se radicalizan con procesos revolucionarios, nacionalismos, divisiones étnicas y con la polarización de sectores sociales, se acelera el colapso económico y con revueltas masivas como la de Maidan reprimidas con fuerza se produce el detonante. Entonces el inocente discurso gubernamental de la soberanía con el que se cubría la dependencia externa, pasa a ser argumento de la intervención rusa ante las aspiraciones de occidentalización de Ucrania.
La fe ciega de Yanukovich en tratados inestables, como el de 1954 en que Kruscchev entrega Crimea a Ucrania y en 1994 proclamada República y bajo la estructura administrativa de Ucrania con calidad de autónoma, así como el acuerdo de arrendamiento de Sebastopol hasta el 2042, llevó a desmantelar la capacidad propia de defensa, eliminar el servicio militar y lo que ha conducido a Ucrania al borde del desastre.
Rusia ocupó Crimea, bajo el argumento de defensa de la población 60% rusa y protección de la estratégica base de la Flota rusa en Sebastopol (57 buques de guerra, submarinos), que le permite el control del Mar Negro y proyección al Mediterráneo, mientras avanza con sus tropas, amenazando a la independencia e integridad territorial de Ucrania, mientras el Presidente de Ucrania ya se ha refugiado en Rusia, luego de reabrir inconscientemente un escenario de Guerra Fría.
El Gobierno de Ucrania no comprendió la trascendencia de la posición geográfica de Ucrania, la importancia de la región del Cáucaso como zona “buffer” o de amortiguamiento entre el avance de la OTAN que va incorporando a los expaíses de la URSS y los afanes de Putin de conformar la Comunidad Económica Euroasiática (El COMERCIO, 19 junio, 2012). No aprendió de la lección de Georgia en el 2008 con la invasión de Rusia a Abajasia y Oseatia del Sur, ahora Estados independientes “de facto”.
Rusia, lo más probable es que opte por los hechos consumados en su territorialización, luego de su sorpresivo ataque anticipado, sin descartar un reconocimiento como legítimo al gobierno de Yanukovich y provocar una resistencia con miras a una escisión del país o a conformar una Federación.
El Consejo de Seguridad de la ONU pide desescalar la situación, junto China y los G-7 llaman al diálogo, mientras EE.UU. anuncia el aislamiento diplomático y económico.
La desmembración de Ucrania es irreversible, queda saber cuál será la dimensión del sacrificio regional, para restablecer la nueva fisonomía geoestratégica, en la que Rusia ha decidido recuperar su hegemonía.