El debate presidencial de este domingo será la última oportunidad para un tercero que rete a los dos favoritos. Si eso es posible, ocurrirá en el primer grupo en el que estarán Daniel Noboa y los candidatos de la derecha. El aspirante deberá retar al presidente sin caer en la trampa de la polarización.
Los favoritos han conducido deliberadamente a la polarización de la política entre correísmo y anticorreísmo y los estrategas del presidente han hecho una campaña exitosa posicionando la idea de que atacar al presidente es hacerle el juego al correísmo. Así consiguieron ubicar a Noboa como líder único del anticorreísmo y bañarlo en teflón.
Más de un 40% de electores que se niega a endosar a uno de los favoritos abre la posibilidad para un tercero que aproveche los errores del presidente y su equipo. Los flancos débiles son el incumplimiento de las promesas, la mediocre gestión de gobierno, las muestras de autoritarismo y la pirotecnia jurídica que siembra minas en el futuro del gobierno y del país.
La polarización política que obliga a los ciudadanos a adoptar un bando, los convierte en víctimas de manipulación. La política es la capacidad de pensar y actuar para los demás; sin embargo, los estrategas, los funcionarios y los adheridos delatan que están pensando en ellos mismos, en su afán de triunfar, de mostrarse listos, de satisfacer al líder.
Los ciudadanos no necesitan ser abogados para advertir que están haciendo malabarismos con las leyes, que los bandos políticos y los favoritos simulan pleitos, pero cada día se parecen más entre ellos, giran en torno de las mismas figuras y se alternan en las mayorías de las instituciones que terminan manipuladas.
El debate perjudica a los favoritos porque son vulnerables. Los malabaristas que han malaconsejado el presidente le dirán que gana más fuera que dentro del debate, pero corre riesgos y pone en aprietos al CNE y al Contencioso electoral. A Luisa le salvará el voto duro del correísmo que perdona todo.