Hay por lo menos tres lecciones que extraer del reñidero árabe. La primera es que los regímenes caudillistas y sin instituciones legítimas cuando se agotan tienden a desembocar en la violencia. No tienen modos pacíficos de transmitir la autoridad. Eso ha ocurrido en Túnez, en Egipto y en Libia. Quienes desprecian el Estado de derecho a la manera de las democracias estables y prósperas occidentales, no entienden que la gran virtud del sistema radica, precisamente, en la sustitución y renovación consentida de los gobernantes seleccionados de un abanico de opciones diferentes.
La segunda lección tiene que ver con el petróleo. ¿Hasta cuándo las naciones importadoras seguirán aplazando el desarrollo masivo de fuentes alternas de energía? Recuerdo que Richard Nixon en 1973, hace casi cuatro décadas, juraba en un vibrante discurso que Estados Unidos acabaría con las importaciones petroleras. Ese año, los países árabes productores castigaron a Occidente por su apoyo a Israel durante la guerra de Yom Kippur. El costo del petróleo se multiplicó por cinco y medio planeta cayó en recesión. Desde entonces, los presidentes norteamericanos repiten la patriótica cháchara de Nixon, pero el país, irresponsablemente, continúa importando crudo.
¿Cuál es el gasto militar de proteger las instalaciones en el Medio Oriente? ¿Cuánto cuestan las recesiones provocadas por estos vaivenes del precio del petróleo? Cada vez que se produce una catástrofe petrolera y el mundo entra en recesión se destruyen billones de dólares del capital acumulado y todos nos empobrecemos súbitamente. Es la fuente de energía más costosa.
La tercera lección: el cinismo infinito de los amigos de Gadafi. Los tres líderes que más descaradamente defienden a este dictador son Hugo Chávez, Daniel Ortega y Fidel Castro. El trío, mientras condena, conmovido, las muertes de inocentes provocadas por EE.UU. en Iraq y Afganistán, respalda entusiasmado los bombardeos contra civiles de la aviación de Gadafi.
Chávez, además, ha dedicado a los países miembros de la Alba a tratar de salvar al colega libio. El venezolano no olvida que en los años noventa, de la mano de Norberto Ceresole, un peronista-fascista argentino, muerto en el 2003, había leído fascinado El libro verde donde Gadafi defendía la “tercera teoría universal”, unas autoritarias maquinaciones ideológicas que prescribían un modelo de Estado basado en un caudillo iluminado, ligado a una sabia masa por medio de un ejército popular.
El resto de los países de la Alba -Ecuador, Bolivia y un par de islotes caribeños deben tomar nota que Alba es un instrumento de Chávez, Castro y Ortega para respaldar las peores tiranías. Es muy grave prestarse a esas infamias.