“Eres un asesino del arte, eres un asesino de la belleza, eres un asesino hasta de la risa. No soporto tu obra”. Esta invectiva espetó el holandés afincado en Nueva York Willem de Kooning (1904-1997) a Andy Warhol, el ‘Sumo Pontífice’ del arte pop que vivía feliz con su vida pero no con él mismo. ¿Qué le impulsó a semejante ‘insolencia’, afrentar al ‘Sol de medianoche’, al ‘Sol negro’, en cuya Factoría caían rendidos magnates y políticos de alto coturno del mundo?
Cedar Tavern fue un bar de Nueva York que en los 50 del siglo XX albergaba a artistas del expresionismo abstracto. Tres de ellos descollaban en esas tórridas y a veces bochornosas reuniones: Jackson Pollock, Mark Rothko y Willem de Kooning. También relampagueaban escritores como Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Alex Trocchi –escritor “prohibido” en varios países y ahora consagrado–.
Pollock desbarató el baño del bar y fue expulsado, Kerouac cumplió una micción ante el público y también fue echado y Trocchi estuvo a punto de perder su vida porque una pandilla le propinó un palizón alegando que hablaba mucho… Hay testimonios de que Warhol también dejó huellas de su orín en lienzos de Pollock, De Kooning y compañía.
De Kooning, conmociones de su ser y del entorno
De Kooning estudió Artes en Holanda y Bélgica. Inconforme, bizarro, codicioso, iracundo, decidió viajar a Estados Unidos, indocumentado, fungiendo de marinero y maquinista de barco, arriesgando su vida. En 1940 expuso junto a Pollock, superándolo por la sustancia y pluralidad de su obra. Luego de un período figurativo, pasó a su búsqueda sin tregua de la esencia de su expresionismo abstracto.
Comenzó como trabajador de brocha gorda. Viajó a Nueva York y allí emergió como artista pintor. Ejecutó sus primeras series en blanco y negro con tenues vislumbres de colores brumosos. Mezcló óleo y papel con esmalte negro que usaban los pintores de casas por su bajo costo.
De Kooning puso su cosmos visual en las manos del crítico Harold Rosenberg para que este grabara el término Action painting (pintura de acción). El expresionismo abstracto es un movimiento que se refunde en el Action painting. Sin embargo, De Kooning mantuvo su derecho de decisión artística y se opuso a ser enceldado en ninguna corriente, creando obras figurativas, lejos del estrépito que desató su serie Mujeres. Esta posición anárquica de De Kooning estaba acorde con su arte, signado por su gestualidad y la apariencia inacabable de sus formas. Sus cuadros son conmociones del entorno real, y, a la vez, de su ser íntimo, mental y emocional.
Su ciclo de Mujeres indujo a los críticos a elevarlo a ese extravagante e inescrutable Olimpo de los “genios”.
Figura épica del expresionismo abstracto, encarnó el mito norteamericano por su impactante personalidad que más de una vez motivó a directores de cine para que le propusieran actuar. Intelectual brillante y estudioso de la historia, su obra fue una de las más cambiantes y profundas de su tiempo.
En cuanto a su carácter, alguien dijo que era un ser fácil de amar y fácil de odiar. Sus detractores lo acusaron de todo, incluso de haberse apropiado de un paisaje de una de sus amantes, Mary Abbott, Intercambio, obra de las más costosas de las artes visuales, resuelta en un abstraccionismo que ofusca al espectador.
No obstante su personalidad explosiva, nunca negó ayuda a quienes se la pedían. Robert Rauschenberg –que fundió arte y tecnología– narra su visita a De Kooning, botella de whisky en mano, para pedirle un dibujo a fin de borrarlo. Temblaba ante la posibilidad de que fuera expulsado de la casa del artista más famoso y cotizado de esa hora. No obstante, entró. La idea que expuso al venerado maestro fue repudiada al inicio, pero al fin De Kooning cedió y le entregó un boceto.
¿Qué hizo Rauschenberg con el dibujo inacabado del tótem del arte expresionista abstracto? Borrarlo –intervención en la que se demoró un mes–. Pidió luego a su amigo Jaspers Johns que compusiera un pequeño cartel con el título Dibujo de De Kooning borrado, 1953, y miró con fruición su “obra de arte” concluida. Esta obra se constituyó, según historiadores del arte moderno, en un acto performático y en el anuncio del conceptualismo. Memorable extravagancia. Episodio que varios críticos asumieron como el “comienzo del fin de las artes”.
Intercambio, 1955, es una obra que originó inusitadas polémicas. Una de las más caras de la historia de las artes visuales, en 2015 fue comprada por 300 millones de dólares. ¿Por qué? Es un parteaguas entre dos formas de asumir el arte pictórico, pero hay también del mal que asuela a la humanidad a partir de esos decenios: el consumismo y bastante de esos egos anómalos que marcan a los millonarios del mundo.
“Si el vicio inspirase a los hombres tanto horror como la pobreza, estaría menos desierto el templo de la virtud”, W. de K.