¿Quién da más?

En la temporada electoral que se inicia, aparecen las ofertas de los candidatos. Antes, las calificaban como “el oro y el moro”, pero con las “revoluciones”, el lenguaje es diferente y más amplio.

La revolución ciudadana, por ejemplo, con su aplastante mayoría en Montecristi consagró una serie de ofertas, concretadas en los derechos del Buen Vivir, referidos al agua y alimentación, ambiente sano, cultura y ciencia, educación, hábitat y vivienda, salud, trabajo y seguridad social, etc.

Para la elección de Presidente de la República, el aspirante Ab. Álvaro Noboa anuncia su propia revolución calificándola de “verdadera”.

Dice en comunicado público: “Mi revolución que se inicia hoy hará que todos los ecuatorianos sean ciudadanos ricos”…“por fin podrán tener todos ellos vivienda de concreto cómoda y moderna, carro propio para todos, trabajo de gran nivel, buena comida y a buenos precios, educación igual a la que existe en los países modernos donde todo ciudadano tiene una profesión universitaria o un arte o un oficio especializado”. En la parte final asevera: “Mi revolución logrará que todos se enriquezcan en el Ecuador y vivan dignamente”.

Es hora, como en los remates públicos, para convocar a los nuevos candidatos que indiquen sus ofertas y preguntar: ¿Quién da más? Porque quien ofrezca más conseguirá los votos, aunque ya triunfantes rige la fórmula: “Yo te ofrecí, busca quien te dé”.

Podríamos designar un Martillador Electoral que, con mazo en mano, presida las sesiones con el siguiente desarrollo. Anuncia: el candidato Juan ofrece lo que sigue. (Da lectura a la oferta) y preguntaría: ¿Quién da más? Siguiendo el consejo del candidato Ab. Álvaro Noboa “No tengan miedo. Luchemos unidos hasta la victoria final”, las ofertas posteriores podrían resumirse en tres palabras: Pan, Techo y Empleo; o, mejor: “Cama, dama y chocolate”. U otras que surjan de la fértil iniciativa de algunos aspirantes.

En todo caso, esperemos con interés y expectativa los pronunciamientos de los candidatos que, al parecer, no serán pocos, para decidir con quién nos conviene unirnos a la lucha hasta victoria final; y, de triunfar, saber qué nos darán en el reino del Buen Vivir.

En cuanto a mí, modestamente, si el triunfante me da una casita de concreto y un carro, me doy por satisfecho. Le anticipo mis agradecimientos.

No olvidemos el capítulo del financiamiento de la campaña, que demanda altas cantidades de dinero en propaganda, organización de comités electorales, desfiles con personas que merecen un modesto y patriótico refrigerio; motorizados con centenares de buses y automóviles que cobran por el servicio; más costosos si quienes desfilan vienen de algunas provincias a la capital. En esta parte, la mayor posibilidad es para aquel que tiene –como dicen en la Costa- buen billete.

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