Hace algunas décadas el llamado “currículo oculto” despertó interés, motivó estudios, generó propuestas. En los últimos años y tal vez por tanta tecnocracia, pasó a la sombra en los debates educativos. Sin embargo, sigue campante.
Este currículo velado alude a los aprendizajes no oficiales ni prescritos que los adultos fomentan con sus actitudes, relaciones, rituales, expresiones y silencios. Refieren a las aulas pero sobre todo al entorno de los centros educativos (también se aplica a otros escenarios). El calificativo de oculto le viene por su carácter subterráneo, no explícito. No tiene respaldo normativo sino cultural.
Hasta ahí, todo bien. Pero no. Resulta que estos mensajes poseen tres atributos impresionantes. Enseñan actitudes y valores, no matemática o ciencias. Tienen una influencia poderosa, más que muchos contenidos obligatorios. Y lo peor, la mayor parte contradice flagrantemente discursos y valores de autoridades, leyes, currículos y buenos vivires.
Unos ejemplos comunes. Los discursos exaltan la inclusión; el cotidiano se llena de expresiones hirientes cargadas de prejuicios. Las peroratas aclaman la cultura de paz; los hábitos invitan a resolverlo todo a patadas. La doctrina glorifica el laicismo; las profesoras obligan a rezar a los niños.
Este ingrediente escondido explica muchas cosas. Entre otras, el por qué muchas prácticas condenables como discrimen, violencia o autoritarismo no desaparecen; se reproducen, más aún en las generaciones que no tienen contrapesos en la familia. Del mundo público y sus estrellas no se puede esperar mucho: el abismo entre el discurso y la práctica –una agenda oculta- raya en el cinismo insultante.
Estos mensajes semi clandestinos en la escuela, revelan también las limitaciones de formación integral de adultos y docentes. Casi nunca se abordan estos temas cotidianos en las capacitaciones, con la justificación de que son “asuntos personales”. No perciben que al docente “los asuntos personales” le brotan en el cuerpo y en el alma, y penetran en las actitudes y valores de los chicos.
Las expresiones ocultas también influyen mucho en las resistencias al cambio. Las actitudes frente a la ley, la autoridad, la participación, la iniciativa, la transparencia se convierten en altos muros a la hora de las transformaciones. La vida se repite plomiza y plana.
El Ministerio de Educación ha creado una constelación de autoridades –capacitadores, asesores, mentores, auditores-, técnicos de nivel para acompañar y mejorar la educación. A ellos y a los adultos involucrados en aprendizajes en toda índole, invitamos a dar la cara a estos fenómenos ocultos, a estos reductos conservadores que se instalan volviendo natural el doble discurso y la quietud.
Columnista invitado