¡Horribles los hombres que exhiben su feminismo! Estimo a los que, naturalmente, sin exhibir razones, tal vez sin especial alegría aunque sin tristeza, admiten lo que somos y quizá, lo que podemos ‘valer’, en referencia a sus propios valores, como debe ser, porque somos humanos. No me gusta que nos defiendan en masa, sino una por una, si las circunstancias lo exigen, como a todo ser humano digno de ser reconocido más allá del montón. No necesitamos que se nos defienda. Y, antes de seguir, una querida anécdota: uno de mis muchachitos, pequeño todavía, pronunciaba al rezar el padrenuestro, sus manitos juntas sobre el pecho: ‘Y perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos defienden’… Sí: perdonemos a los que nos defienden como ustedes verán.
Leo artículos en la prensa extranjera -suelen ser de El País-, y pongo una nota ‘al margen’, ¿a dónde, cómo huyeron los márgenes?, o por ahí, y los guardo. Creo constatar que cuanto más ferozmente nos defienden por ser mujeres, más barreras interiores han de vencer para hacerlo. Tratar el tema con malos sentimientos contra el género propio es excesivo, vicioso y falso. Así, en ‘Feminismo salvaje’ de Xavier Cercas: “Increíblemente, desde el principio de los tiempos los hombres hemos considerado a las mujeres como seres inferiores, poco más que animalitos domésticos creados para hacernos la vida agradable; y esto no sólo lo hemos hecho los hombres normales y corrientes, sino también los sabios más sabios que en el mundo han sido. Claro que… hay excepciones. La más notoria es un viejo veterano de Lepanto llamado Miguel de Cervantes, que vio a sus hermanas humilladas y ofendidas por los cabrones de turno y llenó sus libros de mujeres valerosas que no se cansan de denunciar los desafueros de los hombres ni de clamar por su dignidad y su libertad. Y por cierto: mucho don Quijote…, pero nadie dice que, si estuviera vivo, … sin la más mínima duda se dedicaría en exclusiva a perseguir por tierra, mar y aire a esos hijos de mala madre que maltratan y asesinan mujeres y, una vez los hubiera pillado, sin fórmula de juicio les cortaría el rabo y los testículos, se los metería en la boca, les cosería los labios con hilo de bramante y los abandonaría en mitad de Los Monegros para que murieran al sol en medio de horribles tormentos. Eso haría don Quijote, y don Quijote no se equivoca nunca”.
Ni Cervantes, ni sus hermanas, ni, menos aún don Quijote merecen la torpeza antedicha. Que autor y caballero perdonen a Cercas, como yo quisiera perdonarle si esto no fuera tan antiestético, si no me hubiera obligado a denunciar su furia, por falsa, por insultante, y a forzarme a repetir estas cosas, yo había escrito: “Me indignan textos como este, tan sintomáticos del modo de ser de ciertos españoles”, (¡perdón, por los no ‘ciertos’!). Pero, como se dice en el Quijote inmortal: ‘aún hay sol en las bardas’, no en las cercas, don Xavier. Defiéndanos con alegría, si es indispensable , no así.