Sí, otra vez el calvario de las famosas pruebas. Otra vez el drama de buscar cupo. Otra vez la frustración para miles de bachilleres que no podrán cumplir con su sueño de continuar con los estudios universitarios. Esta trágica y dolorosa historia se repite y se repetirá si no se soluciona el problema de base.
Y es que el cuello de botella no es solo cambiar el sistema de acceso a las universidades, sino ofertar más cupos, pero no de las viejas y saturadas carreras, sino de nuevas que sean demandadas por el mercado laboral o que respondan a las necesidades productivas, comerciales o de servicios del país.
Hay esfuerzos tenues del sistema universitario nacional, público y privado, para ofertar nuevas carreras y cupos. Corporaciones universitarias internacionales privadas intentan llenar el vacío, aunque sus paquetes estandarizados, unas veces empatan con los requerimientos nacionales, otras no. Tampoco se ve cerca la ofrecida nueva oferta educativa de carreras técnicas, intermedias o universitarias.
La verdad es que hasta que este problema no se solucione crecerá el número de cientos de miles de jóvenes que seguirán engrosando las filas de los “ninis”, jóvenes que ni estudian ni trabajan, ya que, para colmo, estas generaciones tampoco encuentran empleo, en una economía en crisis.
Pero la dificultad no solo es de los “ninis”, sino también de miles de jóvenes recién graduados de pregrado y postgrado, que con sus títulos a cuesta no consiguen trabajo por estar “sobre calificados”, o si lo encuentran, son empleos precarios y mal pagados. O con enorme esfuerzo montan emprendimientos, en su mayoría destinados al fracaso.
Lo cierto es que para miles la juventud, momento tan hermoso de la vida, es una tortura. Cunde la depresión y frustración frente a un país que no les brinda oportunidades. Algunos se suicidan, otros no quieren tener hijos, desean huir del país, conviven con sus pésimos empleos, o caen en la seducción del crimen organizado, narcotráfico y sicariato.