Cartagena empieza a recuperar su tranquilidad luego de una semana de frenesí por cuenta de la Cumbre, que congregó a los presidentes y primeros ministros de esta parte del mundo, desde Alaska hasta la Patagonia, 30 en total, con las excepciones de Ecuador y Nicaragua, aparte de Venezuela y Haití, representados por sus cancilleres.
De cara a los objetivos que se trazó el Gobierno, el resultado fue muy satisfactorio. La cumbre social puso en evidencia los desafíos que demandan nuestros pueblos y confirmó que las barreras que nos separan no pueden ser físicas ni ideológicas, mientras que las decisiones políticas no dan espera. Haber reducido el número de pobres en América Latina en 10 puntos porcentuales en la última década, si bien es alentador no es suficiente. La inequidad persiste en el continente. Tampoco es dable que miles de vidas y millones de dólares se pierdan por culpa de tragedias que se pueden prevenir y que suelen castigar con mayor rigor a los más necesitados.
Igual sucede en el campo de la educación y la tecnología. Y aquí juega un papel trascendental el sector privado, como lo dejó presente el encuentro de empresarios y lo reiteró el Secretario General de la OEA: la solución no va a venir de los gobiernos. Se debe entender que no hay mejor inversión para superar el atraso de un país que la que se haga en las aulas de clase con el fin de garantizar así el paso hacia una “prosperidad social”, como dijo el presidente Santos.
El encuentro en Cartagena fue también un espacio para ventilar abiertamente las molestias que genera el excesivo proteccionismo de ciertas economías, en detrimento del crecimiento de las demás, y su efecto negativo sobre la productividad y el empleo, como lo dejaron claro los mandatarios de Brasil y México.
La VI Cumbre de las Américas deja como constancia el haber propiciado, tras largas décadas, una discusión sincera frente a la efectividad de la lucha contra el narcotráfico. Como era de esperarse, EE.UU. no dio su brazo a torcer, pero crece el sentimiento continental de que el asunto tiene que ser abordado de forma distinta, más allá de la represión.
Tampoco pasaron por alto el ‘impasse’ de las Malvinas o Cuba y su ausencia, que seguirá siendo motivo de controversia. Tanto que, como en cumbres previas, en esta tampoco hubo acuerdo para una declaración final.
Cada vez es más evidente que, excepto por EE.UU., la totalidad de naciones respaldan su ingreso a estos escenarios. Así lo hizo saber buena parte de las naciones congregadas, en un hecho significativo que, aunque no satisfizo las aspiraciones de quienes querían el fin del veto contra la isla de manera inmediata, evidencia que no se puede seguir manejando el discurso de la integración sin todos presentes. Colombia puede darse por bien servida.