Los desacuerdos previsibles sobre la no participación de Cuba y el reclamo argentino de las islas Malvinas escondieron las diferencias de fondo entre el norte y el sur del continente, en materia de políticas económicas y de justicia social internacional.
Tal fue la frustración de la opinión pública que la CNN catalogó como un triunfo que Obama haya dormido dos noches en un país violento como Colombia.
Como el capital del norte rico no viene al sur pobre, la gente emigra al norte en busca de prosperidad. Como la brecha tecnológica se ensancha inexorablemente la pobreza se perenniza sin remedio. Como los países ricos pagan poco por los productos agropecuarios de los países pobres, éstos son seducidos para cultivar coca y mariguana.
Como el capital humano de los países pobres no está bien preparado, su productividad es baja y sus salarios escasos, en consecuencia no se puede aprovechar las ventajas de la economía del conocimiento ni de la conectividad. Como la falta de recursos financieros no permite hacer grandes obras de infraestructura los costos logísticos del sur son elevados y poco competitivos. Entonces las diferencias de fondo emanan de la elevada pobreza de nuestra región, que según la Cepal tiene 177 millones de pobres y 70 millones de indigentes.
Frente a esta realidad los presidentes de las Américas seguramente tomaron conciencia que si no se aplican políticas activas para combatir la pobreza y privilegiar la equidad económica, continuará creciendo el cultivo de drogas, el narcotráfico, la guerrilla, la inseguridad ciudadana, la criminalidad y aumentando las asechanzas contra la democracia porque los pueblos que sufren estos males reclaman el autoritarismo para controlar los flagelos sociales.
La presencia de Obama indica el interés de los Estados Unidos para aumentar sus exportaciones a América Latina, con el fin de combatir el desempleo de su país.
No vino a ofrecer ventajas comerciales sino a buscar mercados, porque esa es la lógica de la economía de Estados Unidos, más aún en un año electoral. En menor medida les interesa invertir o transmitir la tecnología, porque ahí está su mayor ventaja comparativa con el sur.
Entonces no hay que hacerse ilusiones respecto a una solidaridad internacional ni pensar que las decisiones políticas de los Estados Unidos van a ir en contra de los intereses de sus compañías transnacionales.
Como el primer enemigo del progreso es la complacencia, nosotros debemos actuar rápidamente y traer capital y tecnología de la zona Asia-Pacífico que es la que prospera y, fundamentalmente, hacer el esfuerzo propio para mejorar la calidad de nuestro capital humano, sin lo cual no tendremos posibilidad de competir con nadie y la desesperanza crecerá sin remedio.