Cerrado el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil por alícuotas no canceladas por el Ministerio de Cultura, su infraestructura en grave deterioro ; embalado el Fondo Jijón y Caamaño y otros que se trasladaron del Edificio Aranjuez en Quito, archivos fundamentales para la historia ecuatoriana y americana sin visos de apertura al público, desconocemos su estado de conservación; cerrado el Museo de las Conceptas de Cuenca por falta de fondos no cancelados por su Municipalidad a pesar de compromisos anteriores. Los tres espacios -y otros que seguramente desconozco- cubren en términos materiales y simbólicos buena parte de las temporalidades, actores, escenarios y temáticas de nuestra Historia.
Así celebramos el Bicentenario con bombos y platillos desconociendo la importancia no solo de mantener en buen estado nuestro patrimonio museístico y de archivos sino el promover investigaciones sobre él, divulgar nuevos y actualizados contenidos, crear programas educativos inclusivos, divertidos, que interpelen las mismas historias connaturalizadas patriarcales o racistas. Reconozco, sin embargo, los pasos dados en el último año por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural para ocupar su rol en el auspicio y promoción de investigaciones sobre el mismo. Sus esfuerzos, sin embargo, deben estar coordinados con el de otras entidades gubernamentales y municipales.
Flaco favor nos hizo el correísmo transfiriendo los bienes del Banco Central del Ecuador al Ministerio de Cultura, sin un modelo de gestión, ni asignación de fondos que sustenten estas magníficas colecciones que nos permitan sumar no restar en nuestro crecimiento cultural y educativo. ¿De qué sirve abrir nuevas ventanas si lo que tenemos se cae a pedazos o se guarda “celosamente”? Quisiera pensar que el gobierno de Lasso ha estado ocupado en temas más apremiantes como la inseguridad, el narcotráfico o las demandas de sectores vulnerables y que ahora dará atención a un sector que aún ni lo termina de nombrar siquiera.