El informe sobre evaluación y categorización de las instituciones de educación superior del Ceaaces, ha despertado enorme interés en el país. También ha provocado reacciones de descontento en varias universidades que consideran que los resultados no corresponden a su realidad. Ha habido desde reclamos hechos con mucha altura y solidez, hasta el insulto puro y duro. En todo caso, las repercusiones son grandes. Inclusive, los datos del informe podrían influir en el resultado de algunas elecciones internas universitarias.
Pero, más allá de los reclamos, justificados e injustificados, debe considerarse un asunto de fondo. El informe es un paso importante en el establecimiento de una cultura de la evaluación de la educación superior en nuestro país. Hasta hace no mucho, las universidades y politécnicas no admitían ser evaluadas. Unas querían vivir del peso del pasado y de lugares comunes. Otras, sobre todo privadas, trataban de convencernos de que la calidad es proporcional a la cantidad de plata invertida en marketing. La sociedad ecuatoriana que las sustenta a todas, tenía derecho a conocer el nivel de las instituciones. Había que comenzar a medir la calidad.
El informe presentado por Arturo Villavicencio como presidente del Conea en 2008 fue un hito histórico. Tuvo, sin duda, limitaciones y vacíos, pero por primera vez planteó al país un esbozo de medición de calidad, que puso a las instituciones en el trance de mejorar. Con ese informe comenzó una tendencia de depuración y de elevación del nivel que no debe detenerse. En esto debe colaborar, no solo todo el sistema universitario, sino la sociedad ecuatoriana. Para ello, se necesita garantizar independencia en los procesos.
Este nuevo informe, sobre todo por su carácter general, no está libre de vacíos y falencias.
Es claro que resulta especialmente difícil medir la calidad y los contenidos, cuando solo pueden obtenerse y procesarse datos cuantitativos. Pero es un avance en el establecimiento de esa cultura de la calidad académica que reemplaza a la medianía y el predominio de la propaganda. Su principal resultado debe ser el compromiso de mejorar, no solo para todas las instituciones, de la A a la D, sino para el propio Ceaaces, a cuyo Presidente le he oído varias veces que en el futuro se examinarán las experiencias y se corregirán vacíos y errores, lo cual es muy positivo.
Casi todo el debate público se ha centrado en si las instituciones debían estar en las más altas categorías. Desde otro punto de vista, me parece que debe considerarse un aporte sustancial que el informe haya puesto en su sitio, es decir en la categoría más baja, a instituciones que dejan mucho que desear y cuyo nivel debe conocer la ciudadanía. Hay algunas universidades, felizmente no muchas, en especial una particular “cofinanciada”, que luego de haber recibido por años decenas de millones de dinero público, tienen las peores calificaciones. Las cosas no pueden seguir así. Hay que hacer algo.