Cada cierto tiempo algunos iluminados se inventan teorías que, de tanto repetirlas, se convierten en tratados sociales. La lengua, uno de los órganos más diminutos del cuerpo, tiene esa versatilidad, es cuestión de saberla usar.
Afirman que los delitos en el país no han aumentado, lo que supuestamente ha crecido es la crónica roja, un género periodístico que usa el morbo para contar una realidad, distorsionarla o exagerarla.
Ejemplos: ‘Un desconocido fue asesinado con 19 puñaladas’. ¿Hace falta detallar el número de puñaladas si la víctima seguramente con la tercera o cuarta ya estaba muerta? Esto sí sería explotar al máximo el sensacionalismo para intentar impresionar a las audiencias.
Lo que los genios de las neoteorías no son capaces de decirnos es que no todos los hechos relacionados con muertes caen en el campo de la morbosidad informativa. Hay que diferenciar, caso contrario corremos el riesgo de falsear la realidad ocultando los hechos.
¿Qué pasaría si, por ejemplo, la prensa mexicana no hubiese informado sistemáticamente sobre las masacres perpetradas por bandas de narcotraficantes donde incluso han muerto ecuatorianos?
¿Y si la prensa no informaba de todos los atroces crímenes cometidos por sicarios que operan desde hace algún tiempo en Ecuador? Los teóricos pudieran decir que no pasaba nada si no se publicaba, es decir, si no hay noticia los hechos no existen.
El periodista Fernando Astudillo escribió hace un año en El Universo el artículo ‘Crónica roja y ética, periodismo de solución’. No es que no necesitamos crónica roja, la sociedad necesita saber qué pasa en su lado más horrendo, porque la vida es eso: extremos, también matices, refiere Astudillo.
Las noticias sobre crímenes violentos, como los que a diario registran los medios, aumentaron porque también creció el número de crímenes y asesinatos. Pero las estadísticas oficiales dicen otra cosa.
La gente que a diario es asaltada en las calles de las ciudades no se traga las estadísticas, vive una realidad que el poder político prefiere ignorar. En el artículo citado resulta interesante constatar la referencia a Joseph Pulitzer (1847-1911), un editor que compró el New York World y que le dio un giro más novedoso a la forma plana de hacer crónicas y reportajes.
Pulitzer fundó la primera escuela de periodismo en el mundo. Astudillo afirma que suena paradójico que los Pulitzer sean ahora el galardón más prestigioso en el mundo periodístico. El periodismo tiene que seguir informando, de forma seria y documentada todo lo que ocurra en el entorno. Los delitos ni van a aumentar ni van a disminuir por ocultarlos. El poder político tiene su rol, dar seguridad a la población y la sociedad exigir al Estado condiciones adecuadas para vivir en paz.