La crisis que vive el Ecuador, de vida o muerte, desnuda la ceguera de las élites política, empresarial, sindical, indígena, gremial.
No parecen estar conscientes de la gravedad del problema del covid-19 y del riesgo que para la vida de miles de personas tiene. No asumen que el aislamiento y la cuarentena impuestas son la única manera de evitar más contagios y más muertes, y que eso implica sacrificio y disciplina.
No de otra manera se entiende que el Presidente de la Asamblea, que se supone es de la bancada del Gobierno, viva en otro mundo: reacciona negativamente porque el Presidente de la República disminuye su remuneración y espera que lo mismo haga la Función que él preside. Y, salvo claras excepciones, los asambleístas concursan para rechazar lo propuesto y sugerir, cada cual, acciones más absurdas, descabelladas y contraproducentes, reflejo de su sapiencia. A nadie le gustan los impuestos, pero no hay alternativas oportunas y reales, y estos deben ser proporcionales.
Las Cámaras de la Producción protestan porque se plantea una contribución a las empresas –muchas de las cuales la aceptan- que han obtenido más de un millón de dólares en utilidades el año pasado. Es decir, USD 50 000. Reclaman porque el Gobierno no ha disminuido impuestos y aranceles, como si la situación no requiriera, desesperadamente, de recursos para sortear la crisis, la de la vida humana y la de las personas que no tienen para comer.
El rechazo a las contribuciones legales a cambio de que el Gobierno use el poder para obligar a las empresas a que contribuyan, sienta un pésimo precedente. Proponer que el Gobierno se endeude en las condiciones de riesgo país, al 40% de interés, es de locos. Alcaldes cuestionando y reclamando y no cooperando y controlando, agravan todo.
Mientras los trabajadores aceptan aportar, sugiriendo se eleve el nivel mínimo para el cálculo, los redentores se oponen. Los dirigentes sindicales advierten si se tocan las normas laborales, que como están, llevarán a la desocupación a miles de trabajadores. Y los indígenas si se focalizan los subsidios a los combustibles. Todos sabios, ciegos ante la realidad.
No es momento de inventores ni genios. Ni de impartir lecciones de comportamiento, ni de proponer esquemas de gobierno diferentes. Ni de pontificar ni teorizar. Menos aún de conspirar. Es momento, con patriotismo y humildad, de sumar esfuerzos sin condiciones ni cálculos.
Cuando el país se está cayendo a pedazos, solo el concurso de todos puede evitar situaciones impredecibles. La falta de empleo se agudizará, el hambre de los pobres no aguantará, el problema social se agravará. Si no es por convicción, al menos por interés y miedo al estallido, esas élites, todas ellas, deberían rectificar y ponerse a la altura de la circunstancia histórica que vive el Ecuador.
Es cuestión de vida o muerte, del ser humano, de la economía, de la sociedad.