La cuestión ecológica ocupa actualmente un lugar importante dentro de las preocupaciones de la humanidad, pues se ha conformado un campo de reflexión sobre los recursos naturales limitados y los riesgos del crecimiento económico basado en su explotación irracional. Como resultado de los esfuerzos por comprender el desequilibrio ambiental, se acuñó el concepto de Desarrollo Sostenible, hacia el cual se dirigirían las naciones para asegurar la habitabilidad del planeta. Sin embargo, en medio de una confusión entre crecimiento y desarrollo, continúa la destrucción sistemática de la naturaleza y se suceden los saqueos de todo tipo a los suelos, al agua y a la atmósfera. En realidad, el desarrollo se ha basado en una postura utilitarista, carente de un contenido ético referido al medio natural. Aparece entonces el recalentamiento climático, acompañado de una violencia creciente de los fenómenos meteorológicos extremos.
En la búsqueda de soluciones energéticas que reduzcan los gases de efecto invernadero, se transita hacia un modelo moderado que intenta conciliar el mercado con la protección ambiental, como es la economía verde. Sin embargo, las consecuencias que pueden aparecer –mayor demanda de agro combustibles, especulación de productos alimentarios- serán serios escollos para la senda del desarrollo sostenible.
El conocimiento alcanzado sobre las alteraciones del medio ambiente debe ser la base para construir un nuevo paradigma que marque una ruptura con el pensamiento tradicional. Según la ética dominante en las ideologías utilitaristas, el medio ambiente está fuera de nosotros; la sociedad y la naturaleza se perciben de manera más o menos independiente la una de la otra. Los perjuicios que se ocasionan a la naturaleza, como el cambio climático, son considerados “daños colaterales”; el sistema productivista trata a la naturaleza como una área de extracción y un producto desechable de la economía.
El cambio climático no es solo un problema científico o técnico, sino ético y político, pues tiene que ver con juicios de valor como la equidad social, los intereses, los daños y los riesgos. El reconocimiento del calentamiento global como un problema atribuido a la actividad humana lo convierte en un daño producido de manera desigual por la actividad del hombre, y por tanto con diferentes responsabilidades.
La progresiva destrucción del planeta es el resultado de la lógica del modelo económico extractivista, que busca el beneficio a corto plazo; por tanto, cambiar el modelo energético sin modificar el modelo económico significa que los problemas ecológicos solamente se desplacen en el tiempo.
Salvaguardar la vida sobre la Tierra implica cambios radicales para que el destino de miles de millones de pobres tenga prioridad sobre el de las minorías. Por tanto, se requiere integrar a la economía en el medio ambiente y abandonar el concepto de la naturaleza como la fuente inagotable de crecimiento económico.