La cuenta del festín

Al dólar tenemos que agradecerle que no termináramos como Nicaragua o Venezuela y a Lenin le debemos el viraje de timón que cambió el curso de la nave. Correa dilapidó los recursos del Estado como lo hicieron Venezuela, Nicaragua, Argentina y cuando estaba hinchado de deudas y sin más prestamistas, intentó devaluar la moneda, imprimir billetes o inventar dinero electrónico, igual que el sabio Maduro.

El dólar fue el único dique, el muro que no pudo pasar, lo que impidió que nos pasara a todos la cuenta del festín, que se dieron los de la revolución ciudadana, mediante el viejo truco político de las devaluaciones.

Todavía estaban encaramados en la nave los de la revolución ciudadana cuando Lenin hizo el viraje y corrigió el rumbo. Ya está en la dirección correcta pero nadie nos puede librar de las cuentas por pagar que nos dejó el socialismo correísta; el pago de esas cuentas es lo que los economistas llaman ajuste. Hay dos maneras de hacerlo, de golpe o gradualmente. Cómo lo haremos es lo que está en discusión, ya no el modelo económico.

El nuevo modelo no es una pócima milagrosa, es un sistema probado en muchos países y por largo tiempo y consiste en un acuerdo social que permite al país crecer con base en atraer inversiones nacionales y extranjeras, crear fuentes de trabajo, mejorar la competitividad para entrar en mercados internacionales y mantener el rumbo aunque cambien los gobiernos. Solo el crecimiento permite reducir la pobreza y mejorar las condiciones de vida para todos.

Lo que hemos abandonado no era un sistema probado y exitoso, ni siquiera era sistema; dependía del capricho del caudillo que se creía el genio capaz de inventar un modelo inédito, pero terminó con los errores conocidos y repetidos por todos los caudillos populistas: cambiar las reglas constantemente, acabar con la inversión, eliminar puestos de trabajo, exacerbar la corrupción, ahuyentar los capitales y generar más pobreza.

Si volvemos a las guerras ideológicas, a plantear todo en disyuntivas: gradualismo o shock, estatismo o liberalismo, proteccionismo o aperturismo; nos agotaremos en discusiones estériles. Creo que sería conveniente releer el capítulo tercero del libro de Andrés Oppenheimer “Cuentos Chinos”, en el cual relata lo que llamó el milagro irlandés y cómo pasó de país pobre al segundo lugar europeo en ingreso per cápita. El proceso empezó con un acuerdo social entre empresarios y trabajadores y nuevas reglas para atraer inversiones.

Para salir del problema en que nos dejó la revolución ciudadana necesitaremos tiempo y sacrificios compartidos; solo un acuerdo social impedirá que los sectores de la sociedad más vulnerables paguen los costos más altos.

Los problemas de Argentina muestran el grado de dificultad que tiene el proceso de recuperación pero el infierno venezolano nos recuerda a dónde nos conducía el socialismo del siglo XXI.

Suplementos digitales