“Piedad para los presos en cadenas montañosas”, imploró el poeta francés Baudelaire. Presos de su propia naturaleza, los cuencanos Remigio Crespo Toral y Manuel Moreno insistirían hace cien años que el aislamiento y dureza de una tierra poco fértil había forjado el recio carácter del azuayo. Mucho ha cambiado desde entonces. Cuenca es un ejemplo de ciudad tardíamente conectada con el resto del país, y verde por el tesón de sus habitantes. Cuenta con muchos parques barriales; otros de tamaño medio: el Parque de la Madre, Pumapungo o El Paraíso; trozos interrumpidos de senderos y áreas verdes a orillas de los ríos Tomebamba, Tarqui y Yanuncay. Además, su acelerado crecimiento le ha aproximado a uno de los más bellos parques nacionales: El Cajas.
A pesar de lo antedicho, la Cuenca verde es frágil frente a la voraz construcción de edificaciones que se van situando en la zona de El Ejido sobre todo, centenario barrio residencial que poco a poco ve desaparecer sus huertos, arbustos y árboles patrimoniales. Se va saturando de edificios y las torres que se construyen en la av. Solano, aumentando con ello la congestión vehicular. No se ha previsto suficientes parqueaderos, en las angostas calles circundantes se producen trancones. Si quisiéramos ser más drásticos, se tendría que limitar de manera decidida y sin compadrazgos la tenencia de autos por familia.
Es fundamental normar no solo la altura o retiro de la arquitectura sino también el espacio libre dedicado a áreas verdes. También se debe ampliar dichas áreas al aumentar la circulación verde conectando con caminería elevada y puentes peatonales los antedichos senderos a orillas de los ríos de superficie. “A propos” este tipo de ríos permite que estos sean integrados de manera natural a los parques ya existentes. Es imprescindible planificar la reserva de un parque metropolitano quizás en los sectores de El Plateado o el Pachamama en la autopista Cuenca-Azogues, actualmente un modelo de arborización. Finalmente, celebrar hoy el día de Cuenca supone no solo acudir coyunturalmente a la nutrida programación, sino cuidar a largo plazo sus fuentes de agua impidiendo la contaminación que produciría la extracción de metales preciosos en Quimsacocha, por mencionar el más nombrado, y replicar en el resto del país el haber limpiado los ríos -entre 1992 y 1996- al separar los conductos de aguas servidas y hacer que sean depositadas en enormes lagunas de oxigenación fuera de la urbe; las aguas desechadas una vez limpias, vuelven a los ríos. Son aspectos que los cientos de turistas olvidan al caminar por las calles del Centro Histórico buscando la farra, artesanía o una buena comida típica.