La ciudad vibra tras el IV Festival de Cine La Orquídea; miles de jóvenes han acudido a ver buen cine de todo el mundo, a codearse con actores, directores y guionistas, sobre todo de España, país invitado. Semana tras semana se abre un nuevo restaurante, un hotel, suena el Quitofest de música o se organizan caminatas a lugares sagrados. Los lugares están a reventar de público. La construcción no se detiene. A 15 años desde de su nombramiento como ciudad Patrimonio de la Humanidad, Cuenca ha sufrido una transformación inédita.
La conocí hace 30 años encerrada en su propio laberinto; cantando un himno que honraba aun a sus “egregias familias”; una ciudad que dormía a las 8 de la noche; que expulsaba, por falta de oferta laboral y apertura ideológica, a decenas de personas que hicieron patria en Quito, Nueva York y Madrid. La veo hoy alegre y luminosa, abierta a los flujos inmigratorios internacionales, al retorno de ciudadanos transformados. Una ciudad con gran autorrespeto y solvencia, con menos miedo a lo global por la seguridad en su propia localidad.
Prueba de este cambio y dinamismo es su propia arquitectura. Si antes la denominada “arquitectura cuencana” respondía a un modelo de arquitectura popular rural con toques de modernidad urbana, anclada en la tradición, ahora la gramática de cómo hacer arquitectura contemporánea es más clara. Además, esta se entiende como parte de la ciudad, ya no como un hito aislado e irreverente. El esfuerzo desplegado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Cuenca a través de sus maestrías, sobre todo la de Proyectos que lleva 10 años en función y ha graduado alrededor de 70 alumnos, ha dado sus frutos. Es la Facultad con mayor oferta de posgrados en el país: Construcción, Conservación, Ordenamiento territorial, Paisaje; y en preparación, Arquitectura bioclimática, Proyecto urbano, Historia y teoría del arte y la arquitectura. A su lado, la Universidad del Azuay con su Facultad joven aún, da también frutos insospechados. Profesores formados fuera en buenas universidades, pupilos en las antedichas maestrías, trabajan sin cesar.
Esta transformación quedó patente en la XIX Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito (BPAQ). Buena parte de los premios fueron otorgados a proyectos presentados por profesionales/profesores y estudiantes cuencanos, que ganaron medallas de oro y menciones otorgadas por distintos jurados. Lo propio sucedió con la Municipalidad de Cuenca y su Fundación El Barranco. Al tiempo también se recibió un importante premio en el concurso de la Odebrecht y en la IX Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo de Rosario. Miro con admiración y respeto la labor desplegada y siento verdadero orgullo de ser parte de este entramado que nos permite habitar una ciudad de calidad, un polo de atracción de primer orden.