Entre otras acepciones se llama así al ser mítico que infunde miedo y castigo en los niños. Por cosas de la vida, así lo llamaron en Quinindé, al personaje que causó muerte y desconsuelo en los acontecimientos del 5 de febrero del 2013, en una celebración de campaña electoral. Además de la pobreza extrema, sus antecedentes delincuenciales tienen que ver con su problema mental por el uso de estupefacientes y alcohol que, en un acto político aparentemente inconexo, desató sus frustraciones e ira. Vale reflexionar y preguntarse: en vista de la pobreza extrema en nuestro medio, el hacinamiento, la ignorancia y el crecimiento incontrolado de la drogadicción (en colegios y universidades, según EL COMERCIO 1, 3 y 6 feb/2013), ¿Cuántos más “cucos” están regados, y se están gestando, no solo en las cárceles, sino en las calles, barrios, colegios y universidades? Muchos de esos “cucos” en el futuro no solo serán violentos con un arma, sino con la palabra, el robo, la agresión, la insolencia y la desfachatez, dentro de la familia y la sociedad.