Raúl Castro le entregó el pasaporte a Yoani Sánchez. Personalizo la anécdota porque “el Gobierno cubano” es una entelequia. Nadie aclara nada sobre la larga lista de cubanos “regulados” que no pueden salir del país. Le negaron el pasaporte, por ejemplo, a Rosa María Payá, hija de Oswaldo, el líder democristiano muerto en un accidente de tránsito recientemente. Los Castro son los dueños del rebaño. Hacen lo que les da la gana con sus súbditos.
Aunque es obvio que Raúl Castro desea hacer algunos cambios. Porque se da cuenta del desastre provocado por la revolución. Él no es, como Fidel, un tipo cegado por las fantasías ideológicas. Es más práctico. Naturalmente, no es mejor que su hermano. Fidel asesinaba u ordenaba asesinatos por cálculos políticos. Raúl mataba como tarea revolucionaria.
¿Por qué no avanzan las reformas? En Cuba –según la obra del economista Carmelo Mesa Lago, titulado como este artículo— ha habido 10 ciclos económicos y numerosas reformas, invariablemente frenadas y revertidas por la obsesión fidelista del control, el colectivismo y la visión dogmática. Ahora no es diferente. Raúl gobierna, pero la sombra de Fidel planea sobre los cambios y los impide.
Cuando Raúl dice a los visitantes que llegan a su despacho que “alguna gente” se opone a los cambios y debe hacerlos gradualmente para vencer esos obstáculos, es un eufemismo. “Alguna gente” es Fidel Castro. Allí no hay nadie con autoridad para frenar u oponerse, exceptuando al viejo Comandante.
Es al revés: entre la clase dirigente prevalece la misma sensación de fracaso y frustración de Raúl. Si mañana éste se atreviera a desmontar total y rápidamente ese absurdo disparate, los aplausos lo dejaban sordo.
Pero su subordinación intelectual y emocional a Fidel es absoluta. El discurso que Raúl pronunció en Chile durante la reunión de la Celac, donde se refiere a Fidel como su “jefe”, demuestra esta enfermiza relación. Ahí están todas las seculares tonterías antiamericanas y antieconómicas que mantienen a Cuba en la miseria y a los cubanos soñando con huir.
Lo curioso es que Raúl Castro tiene entre sus objetivos restablecer y normalizar las relaciones con Estados Unidos, y sabe que eso será imposible sin comenzar una apertura política real.
Se lo explicó el presidente Obama al periodista José Díaz-Balart de la cadena Telemundo: para considerar un cambio radical de la política norteamericana hacia Cuba hay que soltar los prisioneros, aceptar la prensa libre y el derecho a la libre asociación. Es lo mínimo.
Está muy bien que le den el pasaporte a Yoani, pero es insuficiente. Desde la perspectiva de Washington, es la dictadura cubana la que debe renunciar a sus peores rasgos.
Es muy interesante que en la Isla todavía rueden autos de hace 70 años, pero es trágico que ese pobre país siga gobernado con el espíritu y las reglas de esa época.
Obama dixit.