Cuba: el poschavismo

El Gobierno cubano no duda que Chávez morirá a corto plazo. Me lo dijo un diplomático acreditado en Cuba recitando unos versos de Martí: “El palacio está de luto y en el trono llora el rey/ el hijo del rey se ha muerto/ se le ha muerto el hijo al rey”.

Para Fidel es una catástrofe política. En los noventa del siglo pasado languidecía convencido de que todo había sido inútil, cuando, súbitamente, apareció Chávez con sus petrodólares y la furia del cruzado en la mirada. Era su discípulo amado, y ahora parece morírsele en la flor de la vida política.

¿Quién es el heredero? Dentro de Venezuela, nadie. Fuera de Venezuela, menos todavía. El chavismo cuenta media docena que quisieran ocupar la poltrona presidencial -Cabello, Maduro, Jaua, Rangel Silva, Adán Chávez, José Vicente Rangel-, pero ninguno posee la descocada vocación mesiánica para conquistar el planeta. Potencialmente, cualquiera de ellos administraría a palo y tentetieso el manicomio local, pero no es eso lo que Fidel tenía en su cabeza cuando ungió a Chávez como sucesor de su trono revolucionario.

Raúl Castro, tipo previsor y metódico, ya hace planes de contingencia. Para la dictadura son fundamentales los 110 000 barriles de petróleo que Venezuela aporta diariamente. Ese crudo podría sustituirse con las extracciones que Repsol intenta realizar en aguas cubanas, pero según los cálculos de la empresa, solo hay un 17% de posibilidades de hallarlo y el bolsón de combustible quizás es una cuarta parte de lo que La Habana calcula.

En cualquier caso, si lo encuentran, ese petróleo tardará unos dos años aún. Raúl, pues, necesita prolongar el ordeño de la vaca venezolana.

¿Cómo? Primero, formando parte, de manera poco visible, en la transmisión para elegir al sucesor de Chávez; y segundo, acercándose discretamente a Henrique Capriles, el candidato de la oposición democrática, quien tiene altísima probabilidad de ganar las elecciones del 7 de octubre.

Según el análisis de “los cubanos”, cualquier competidor contra Capriles va a perder, y ni siquiera podrá hacer trampas sin provocar un golpe militar por la derecha que sería catastrófico para La Habana.

De manera que la fórmula más conveniente para Cuba es disolver pacíficamente el matrimonio con Venezuela, con el plazo de dos años que Raúl Castro cree necesitar para que la economía de la isla no sufra una contracción como cuando perdió el subsidio soviético.

¿Tendrán éxito las maniobras de Raúl? No lo creo. Generalmente las cosas ocurren de otro modo, porque están sujetas a lo que los analistas llaman “los factores imponderables”, que cambian el panorama en un instante. ¿Quién hubiera pensado que el fin del chavismo se generaría a destiempo en la oscura humedad de un colon impertinente. Esa es la extraña belleza de la historia.

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