Todos los muertos son nuestros. No hay muertos del otro lado. No hay otro lado. Nadie debe celebrar crímenes, violencia ni racismo. Cuando esto termine, seguiremos en el mismo país… lo reflotamos o lo hundimos.
La tenaza que presionó a Lasso -demanda social en la calle, correísmo en la Asamblea- no se amarró al final. Triunfó la estabilidad pero el gobierno quedó malherido. Y la sociedad llena de odios y datos falsos. Se vienen 3 años tormentosos. O desafiantes. Si se redireccionan prioridades, se altera la gestión política, se suelta de las recetas FMI, se refrescan cuadros.
Cuando esto termine los cambios exigidos por las mayorías precisan plasmarse de inmediato en nuevas líneas estratégicas. Sugerimos -sin agotarlas- 4: agro, salud, seguridad y política.
Se habla de revolución agraria y no es para menos. Por la crisis, por justicia, por los actores -indígenas especialmente-, por la paz. Un plan integral de recuperación y desarrollo. Un programa sistémico que incluya producción, empleo, comercio, ambiente, salud, educación, cultura. Una propuesta desde adentro. Que recoja el enorme saber acumulado. Que incluya visión de género, interculturalidad, ambiente. Que cuente con seguimiento calificado.
La salvación del sistema de salud no precisa argumentos. Parches y depuraciones ya no sirven. Hay que inventarlo todo de nuevo. La emergencia debe cristalizarse en programas con resultados visibles. Los enfermos y maltratados no esperan.
Sobre seguridad se ha dicho mucho y hay pasos adelantados por multiplicar que no ahondamos ahora. Igual sobre el sistema político, recordando 3 líneas levantadas: eliminación del Consejo de Participación, reforma de la Asamblea, cambios en el régimen de partidos.
Los problemas no se solucionarán en 3 años, pero podrían cimentarse algunas políticas de estado. Quedan 2 urgencias: una investigación seria sobre la narcopolítica denunciada y una campaña vigorosa contra el racismo, en el lenguaje, las relaciones, la vida… cuando esto termine.