2019. El mundo del arte se conmocionó por la adquisición de una banana fijada con cinta adhesiva en una pared, titulada Comediante, en ciento veinte mil dólares, en la Feria de Miami. La pieza acrecentó la fama de Maurizio Cattelan (Italia, 1960), porque otro artista la engulló aduciendo que tenía hambre. (El acto performático fue bautizado con el nombre de Artista hambriento). El episodio anegó las redes y repuso la sempiterna reflexión sobre el significado del arte. Rapto de histeria colectiva: la exposición tuvo una multitud inacabable de visitantes; se confeccionaron y vendieron camisetas, pulseras, gorras y más fruslerías estampadas con la fruta.
El “disparate” –así lo llamaron un par de críticos que fueron vapuleados por el esnobismo mediático– sedujo y obnubiló, al punto que la banana inició un peregrinaje por varias ciudades que se han erigido en sedes del mercado mundial del arte.
La realidad, turbio abanico de abstracciones
En noviembre de 2024 el plátano alcanzó una suma espectacular. Fue subastada en 6,2 millones de dólares por un acaudalado ciudadano chino en una reñida puja, organizada por la Galería Sotheby’s de Nueva York, la nueva capital del arte mundial.
El coleccionista recibió el certificado de autenticidad, un rollo de cinta adhesiva y la banana que prometió comérsela antes de los siete días después de los cuales se pudre. Los socios de Sotheby’s debieron frotarse las manos con semejante botín que tuvo como corolario una declaración en la que el magnate chino confesó su “orgullo” por tener esa “icónica” obra de arte, prometiendo que sería para él un “honor” comérsela.
¿Quién es Maurizio Cattelan? Una nota de Artribune lo describe como un artista conceptual, cultor de un arte “provocador e irreverente”, mediante el cual se mofa de todos y de todo, engrosando sus cuentas bancarias con la pirotecnia de sus excentricidades o sus volutas de humo. Guggenheim le abrió sus puertas en 2012 y su reciente aparición en Sotheby’s fijó su fama en la historia del arte conceptual.
¿La fruta de Cattelan es un parteaguas en la historia de las artes visuales? No. En la del conceptualismo, quizás, pero se queda en ese brumoso y debatible espacio. Lo que vale señalar es que, en el tiempo de la tiranía de la red que vivimos, su banana se mundializó. (La vendida en millones de dólares, la edición de Miami no armó tanto alboroto y se “peló” su originalidad señalándose que se trataba de un “retoño” de Marcel Duchamp, con cuyo célebre mingitorio actualmente comparte honores. Las dos piezas se exhiben juntas).
No era la primera ocasión que Cattelan “provocaba” –ese es su talento–. En 2016 exhibió un “trono” titulado América. Oro de 18 quilates. Listo para cumplir sus funciones. Fue robado en Inglaterra. ¿Acto performático? ¡Quién sabe! ¿Qué manifiesto, ensayo, texto se adjuntaba al inodoro del metal precioso? Ninguno. América: ¿la de Trump o la nuestra, saqueada por la conquista? Dejo a los lectores la respuesta.
En 2017 expuso La Nona Ora. Obra escultórica concebida por Cattelan y ejecutada por el escultor francés Daniel Druet. Hiperrealismo. Juan Pablo II con sotana blanca, cruz en el cuello, férula en mano (poder omnímodo). ¿Humor acerbo, befa histórica, búsqueda desaforada de “escandalizar”, licencia para divulgar su obra? Réplicas de la obra –como la banana de la cual seguirán las ediciones sin tregua– se vendieron profusamente.
¿Artista o bufón? Quienes aborrecen a Cattelan lo acreditan con sevicia como bufón. A él le da igual. (¿Hasta cuándo se cree que bufones y payasos son hazmerreír desprovistos de arte de la mejor ley?). En todo caso, algún demonio debe haber en él que se ríe a mandíbula batiente por mesar los pelos de una sociedad hastiada de que la creación sea el más poderoso de todos los credos de paciencia y lucidez, y la más rotunda evidencia trastornadora de la única dignidad del ser humano.
La realidad ha devenido en un turbio abanico de abstracciones. Asuntos que se consideraban verdades se han esfumado. No hallamos nada en lo que podamos confiar. Los conocimientos perecieron y caminamos a la deriva. La política solo sirve para alejarnos más. Los artistas visuales de la posverdad levantan cada día muros más altos para disimular su impotencia.
Por los 70 del siglo anterior se efectuó uno de los actos supremos de lo que se llamó “arte del espacio”. Yves Klein saltó al vacío. Se puede remirar la fotografía de tal acto, pues algunos medios se ocuparon de esto. Karateka, cinturón negro cuarto dan, pretendió dar a la humanidad una lección de “levitación”. Klein, el héroe del episodio, quedó con los pies destrozados a pesar de decenas de intervenciones quirúrgicas. Con tal de lucrar fama y fortuna los artistas conceptuales –no todos, por cierto– son capaces de quedarse inmovilizados para siempre.