Mientras crece de manera indetenible la infección por covid- Ómicron, varios gobiernos hacen denodados esfuerzos por detenerla redoblando la vacunación universal y fomentando hábitos de protección e higiene. Políticas eficaces para contener el virus.
Pero hay gente, que no apoya propiciando la reproducción de nuevas variantes del virus, lo que prolonga la crisis. Este conglomerado de negacionistas es muy diverso, va desde los neo fascistas hasta los neo hippies, unidos por un sui géneris concepto de libertad: “Yo soy libre de hacer con mi cuerpo lo que quiera”, “las vacunas inoculan chips para controlarnos”.
En términos normativos la libertad es uno de los derechos humanos fundamentales. Varias naciones, desde hace siglos, la incorporaron a su cultura, a sus constituciones y leyes, como uno de sus valores fundantes: “el hombre nace libre”.
Sin embargo, desde la perspectiva real, todo ser humano nace con muchas restricciones y condicionamientos. No nace libre. Si naces en un país autoritario, crecerás oprimido. Si naces en pobreza vivirás atrapado por el hambre y miles de necesidades. Si naces indígena o afro, la discriminación y el racismo te perseguirán toda la vida. En estas circunstancias, la libertad es una utopía, es un deber ser, una inspiración. Como tal, insufló revoluciones contra la injusticia y el dogmatismo. Fue base de la modernidad, de los estados nacionales, de la creatividad y del pensamiento crítico.
No obstante, la libertad utilizada por el capitalismo refuerza el individualismo y egoísmo: “Yo hago lo que me da la gana”. Pero si vives en sociedad, tu libertad llega hasta donde inicia la del vecino. Si no, se transforma en violencia contra tu familia y la comunidad. A nombre de la libertad se invaden países, destruyen selvas, contaminan mares y ríos.
La libertad es responsabilidad con uno mismo y con los demás. Vacunarse es solidaridad y corresponsabilidad del estado y de los individuos. El estado tomando medidas inteligentes y la gente cuidándose.