Todos recordamos la novela Robinson Crusoe, escrita en 1719 por el británico Daniel Defoe, con la fantasía de un hombre abandonado en una isla del Caribe, a consecuencia de naufragio.
Esta fantasía de Defoe fue realidad en nuestro Archipiélago de Galápagos, con un hombre llamado Camilo Casanova, desterrado en la Isla Santa Cruz y rescatado en 1904, al cabo de cuatro años.
El hecho fue que en la Isla San Cristóbal vivió un pionero llamado Manuel J. Cobos, fundador de la hacienda El Progreso, con agricultura, ganadería, pesca y exportaciones hacia Guayaquil.
En el libro “Historia humana de Galápagos” del señor Octavio Latorre, el autor transcribe la opinión de Alex Mann: “Yo era conocido de Manuel J. Cobos y le hallaba de una conversación muy agradable, bastante educado, práctico y aun de buen sentido del humor; era honesto en sus transacciones financieras, todo lo cual me recordaba la descripción que hace Lord Byron del pirata: una apariencia delicada en un hombre que no tiene empacho en destruir un barco o cortar una cabeza. Vivió veinticinco años como un autócrata en medio de una comunidad de criminales, gobernando con vara de hierro y haciendo depender su vida del revólver al cinto”.
Según el autor: “Manuel J. Cobos y el Jefe Territorial fueron asesinados el 15 de enero de 1904 en un complot dirigido por el mayordomo de más confianza de la hacienda, el mulato colombiano Elías Puertas”.
Entre quienes dependían del dueño de la hacienda El Progreso, estuvo Camilo Casanova, a quien, por rebelde Cobos ordenó que lo lleven hasta la actual Isla Santa Cruz y lo dejen abandonado. Sobrevivió por cuatro años gracias a que encontró agua y algunos cultivos dejados por otros desterrados en años anteriores. Le visitaron algunos navegantes extranjeros y le dieron alimentos, pero no quisieron sacarle de su destierro.
La renuencia para liberarle –según se conoció más tarde- estuvo en un letrero colocado por orden de Cobos, en el que -con letras muy claras- se leía: “No saquen a este hombre, porque es veinte veces criminal”.
Camilo Casanova, en criterio del autor de Historia humana de Galápagos (262 páginas) es el verdadero Robinson Crusoe, como lo ha aseverado en otro libro de su autoría a propósito de un caso semejante, el de Alex Selkirk en la Isla Juan Fernández. Un especial capítulo lleva el título de “El verdadero Robinson Crusoe estuvo en Galápagos”.
Por supuesto, sin ser desterrados, en el Archipiélago ecuatoriano el caso de Camilo Casanova no fue el único. A partir de la página 157 recuerda a “Los solitarios de Galápagos”, con ocasión de la ola de pesimismo en Europa a consecuencia de la guerra mundial de 1914 a 1918. “Muchos buscaban lugares remotos y donde pudieran vivir en contacto con la naturaleza y lejos de la vida artificial de la civilización”, concluye el autor.